Opinión

Tal día como hoy

Aquel día de verano, como solía hacer entonces, estaba pasando unos días de vacaciones en A Coruña y en concreto era casi media noche cuando, en la playa de Santa Cristina, donde disfrutábamos del estío, se acerca un familiar y me dice que acababa de morir el papa Pablo VI. Mi obispo Temiño, de quien era yo secretario, estaba en Burgos. Al momento cogí el coche y me volví a Ourense y a las 4 de la mañana tenía colgadas a media asta las banderas en el obispado. Por el camino vine pensando lo que iba a escribir para estas páginas. Me salió un título después utilizado por una revista de tirada nacional: “En el aniversario de la Ecclesiam Suam” (8-6-64). Esta fue su encíclica programática, la primera de sus siete publicadas. Impresionante documento base después para los documentos conciliares, sobre todo “Gaudium et Spes” (7-1-65) y “Lumen Gentium”( 21-11-64). 

Pablo VI, es una gran figura (Giovanni Battista Montini, 26-9-1897). Fue el papa 262º de la Iglesia desde el 21 de junio de 1963 hasta su muerte el 6 de agosto de 1978, en su residencia veraniega de Castelgandolfo. Curiosamente fallece el día de la Transfiguración, justo cuando hacía años de su célebre e importante encíclica. Se ha escrito, y mucho, sobre la renovación de la Iglesia, el célebre “aggiornamento”, pero tal vez se olvida a este gran papa. Grande en todo: cultura, estilo literario, prudencia, fe y gran cúmulo de virtudes; volcado en el mandato de la Iglesia sobre el mundo contemporáneo y la familia humana; sin olvidar el ecumenismo y su primer paso dado en Jerusalén en 1964, al levantarse con el patriarca Athenagoras la excomunión mutua de 1054 entre Miguel de Cerulario y León IX. 

El tímido papa Montini, cardenal “in pectore” de Pío XII, de quien fue su mano derecha y que le envió a Milán (una de las más grandes archidiócesis del mundo) como arzobispo, es una figura por descubrir. De hecho impuso un estilo nuevo en la Iglesia, Y así, aquel Concilio en principio pensado para la liturgia, supuso una revolución de primer orden en la comunidad eclesial. Todo ello, su pensamiento, su estilo y praxis pastoral, están hermosamente recogidos en la “Ecclesiam Suam” de lo que se sirvió el Concilio Vaticano II. Por eso espero dedicarle alguna colaboración más. Su paso por la Secretaría de Estado Vaticana, como sustituto, le concedió la experiencia para los logros de su pontificado. Tenía una mirada profunda y sabía emocionarse y soy testigo en una visita “Ad Limina” en la que pude saludarle.

Quedan sus hechos fundamentales: Fue beatificado el 19 de octubre de 2014 por Francisco; ordenado sacerdote el 29 de mayo de 1920 por Giacinto Gaggia y era obispo desde el 12 de diciembre de 1954 por el célebre Cardenal Eugène Tisserant. Juan XXIII le concedió el cardenalato (que había quedado “in pectore”). Con el Cardenal Tardini desde 1922 a 1954 en la Secretaría de Estado fue estrecho colaborador e influyente en el papa Paccelli que en 1954 le nombró arzobispo de Milán. La archidiócesis milanesa le regaló la última tiara pontificia, que él regaló a los pobres de Milán. Juan XXIII le nombró cardenal nada más ser elegido papa, en 1958.

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