Opinión

Tiempo de esperanza

Comienza hoy en la Iglesia el nuevo año litúrgico, con el primer domingo de Adviento. Un tiempo de esperanza y de preparación para la Noche en la que en Belén nació el Niño para nuestra salvación. Veremos a lo largo de este mes que va a comenzar cómo se cumplen las profecías del Antiguo Testamento que culminarán en la mañana de Pascua con el hecho cumbre de la historia: la Resurrección de este Niño, Hijo de David, Enmanuel y Dios con nosotros. Es imposible en toda la historia de la humanidad encontrar una persona que permanezca ¡vivo! por nosotros ya más de XX siglos.

Esta es la razón de la alegría cristiana y el gozo de sabernos salvados. Sería muy triste que redujésemos estas fiestas que se acercan a una mera diversión externa o a una publicidad rebosante en establecimientos y calles, o también a la promoción y propaganda de un personaje venido de fuera de las tradiciones ancestrales. La Navidad que se acerca es más que una ocasión para lucrarse unos cuantos. 

Dios se hace hombre para el pobre, el abandonado, el que vive solo o el que necesita algo, para toda la Creación. Y viene sin esperar nada para Él, más bien su llegada es para bien de la humanidad y para que tengamos vida y ésta, en abundancia y con plena alegría. Una alegría que ya nadie nos podrá arrebatar. Viene para todo lo creado. El nuevo secretario de la Conferencia Episcopal, el día de su elección el pasado miércoles, afirmaba: “La Iglesia es católica porque es plural, no uniforme. Es diversa”. Lo mismo que el papa Benedicto XVI recordaba a los franceses: “El Evangelio defiende la laicidad pero no el laicismo”.

Por eso el Adviento se orienta para la primera venida, remitiéndonos a la última y habremos de estar vigilantes, como nos recuerda la liturgia de este día, a la espera del “Príncipe de la Paz”. Y para ello, en el Adviento recordamos que se revive de manera especial en la Comunidad, en la Palabra y en los Sacramentos. Porque una vez más tenemos que tener presente que “cuando bautizamos es Cristo quien bautiza y cuando absolvemos es Cristo quien absuelve…” Es el ministro principal de los siete sacramentos. Tres son, por lo tanto, las venidas de Cristo: la venida histórica a Belén, la venida gloriosa y definitiva al final de los tiempos para lo que tenemos que estar vigilantes y, por último, entre estas dos, la venida actual sobre todo a través de los sacramentos.

Es el Adviento como un cheque en blanco para todos, que poseemos pero que sólo al final cobraremos. Todo este mensaje que nos transmite el tiempo que hoy comenzamos, como vemos, está muy distante del bullicio externo y social que la sociedad consumista, movida por tanta propaganda y por la cultura del tener, en vez de centrarnos en lo fundamental que es el ser.

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