Opinión

Tiempo para pensar

Celebramos este domingo la fiesta de la Ascensión, que antiguamente era uno de esos tres jueves que relucen más que el sol (Jueves Santo, Corpus y la Ascensión). Un día que nos recuerda que nosotros estamos llamados a esa otra vida.

Nos lo recordó Cristo: “En la Casa de mi Padre hay muchas moradas y yo voy a prepararos sitio”. Y añade además: “No tengáis miedo porque además Él es el Camino, la Verdad y la vida”. Ya decía Einstein algo muy interesante: “La vida es como una bicicleta. Para mantener el equilibrio tienes que seguir adelante”. Y Joe Girard: “El ascensor hacia el éxito no esta disponible. Tienes que usar las escaleras, una a una”.

Porque en definitiva, como dice una buena amiga portuguesa, el mundo de hoy necesita afecto, cariño y cercanía, porque cosas ya tiene. Les falta amor, que es lo que Cristo dejó en su mensaje en la tierra para que, siguiendo a san Juan, nadie pueda arrebatarnos la alegría.

En realidad, hoy se ven muchas cosas a través de los medios, se escuchan muchos mensajes, hay muchas residencias de ancianos con ascensor e incluso bicicletas, pero les falta lo fundamental. Es el mismo Einstein quien lo sigue afirmando: “Cualquier persona que lee mucho y usa poco su propia mente, cae en hábitos perezosos de pensamiento”.

He encontrado para este tema muchos y hermosos pensamientos. Lincoln afirmaba: “Un hombre que no piensa por sí mismo, no piensa en absoluto”. Y Gandhi: “Los que saben cómo pensar no necesitan maestros”. Y para acabar, la cita de Bill Cosby: “No conozco la llave del éxito, pero la llave del fracaso es tratar de agradar a todo el mundo”.

Sin lugar a dudas, tanto la fiesta de hoy como la del próximo domingo (Pentecostés) son de las llamadas a pensar y llevar a la práctica los mensajes que Cristo dejó. Porque el Cielo no es un lugar sino un estado.

Cristo conocía la desproporción existente entre la vida personal de sus seguidores y la tarea que les confió. Todos necesitamos de la fuerza de lo alto y la presencia espiritual del Maestro y por eso les repitió que estaría con nosotros hasta el fin del mundo. Comienza una presencia inmaterial.

Jesús continúa tras la Ascensión presente de forma distinta pero real, a través sobre todo de los sacramentos, que son la fuerza que mueve a tantos aún hoy en todas las partes del planeta.

En la solemnidad de hoy, Cristo, lejos de apartarse del mundo, nos precedió como nuestra cabeza en la ida al mundo final. Y aquí radica la razón de nuestra actitud, reconociendo que Él es el poder y la gloria.

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