Opinión

Un político santo

Recientemente, en una entrevista, el papa Francisco afirmaba: “Normalmente la alegría cristiana está acompañada por el sentido del humor que caracterizó a grandes santos como Tomás Moro. El mal humor no es signo de santidad. Tenemos que lanzar fuera de nosotros la tristeza que es señal de ingratitud por tantas cosas como recibimos”. En este sentido, Tomás Moro oraba así: “ Dadme, Señor, una buena digestión y cualquier cosa para digerirla. Dadme la salud del cuerpo con el buen humor para conservarla. Dadme una alma santa que sepa aprovechar lo que hay bueno y puro y que no me asuste ante el pecado y sepa colocar las cosas en su orden. Dadme un alma que no conozca el tedio, las murmuraciones, los suspiros y lamentos y no permitáis que sufra excesivamente por esa realidad que se llama ‘yo’. Dadme la gracia de comprender las bromas para poder comunicar la alegría a los demás”.

Todos conocemos en la historia de la humanidad las grandes dudas que han acechado incluso a grandes personajes afanados en la búsqueda del sentido de la vida que algunas veces les conduce a la tristeza y desasosiego. Pascal nos enseñó que únicamente un espíritu capaz de comprender nuestras limitaciones nos permitirá ver más allá.

En el fondo, nuestro gran problema está en que tenemos cerradas las ventanas de nuestro espíritu. Tomás Moro en su vida reflejó todo lo que en esa oración que comentamos se contiene. Y fue capaz de sufrir incluso la incomprensión de su rey y el patíbulo de la muerte, pero siempre con la mirada adelante. Por ello y con toda justicia es declarado el patrón de los políticos, por su coherencia de fe y de estilo de vida. Patronazgo muy necesario sobre todo hoy en día.

Tomás Moro, venerado por católicos y anglicanos (7-3-1478 / 6-7-1535) fue pensador, teólogo, político, humanista, escritor, poeta, traductor, lord canciller de Enrique VIII, profesor de leyes, juez de negocios civiles y abogado. Su obra más famosa es “Utopía”. Moro fue un importante detractor de la reforma protestante y, en especial, de Lutero y Tyndale.

En 1535 fue enjuiciado por Enrique VIII, acusado de alta traición por negarse a prestar el juramento antipapista frente al surgimiento de la Iglesia Anglicana y oponerse al divorcio con la reina Catalina de Aragón y rechazar el Acta de Supremacía, que declaraba al rey como cabeza de esta nueva Iglesia. Fue declarado culpable y recibió condena de muerte. 

Permaneció en prisión en la Torre de Londres hasta ser decapitado el 6 de julio de ese mismo año. Moro fue beatificado en 1886 y canonizado en 1935, junto con Juan Fisher, por la Iglesia Católica, que le coloca como mártir en la lista de santos y héroes cristianos.

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