Opinión

Volver a las raíces


Estamos viviendo un momento que puede ser muy interesante para este mundo. Parece que el desconfinamiento se va poco a poco con todas las cautelas y prevenciones. Esperemos que la normalidad vuelva a nuestro mundo diario después de un año con tantas prevenciones y nuestras vidas en vilo.

La pandemia, entre otras muchas cosas, vino a descubrir nuestras fragilidades, lo cual debe hacernos pensar que debemos ser capaces de reflexionar lo mucho que ha afectado a nuestra vida personal, social y religiosa. Las economías, también las parroquiales, se han quebrantado y es necesario saber encarar el futuro con un nuevo estilo. Por eso nace un nuevo modo de practicar y responder a nuestra fe.

En algunos lugares dejó de haber vida parroquial porque lo impedían las normas tan necesarias y estrictas. La misma administración de los sacramentos ha sufrido alteraciones. En mi comunidad hemos tenido que ir espaciando las Primeras Comuniones y ahora, el 14 de mayo, en dos turnos tenemos que colocar a los 55 niños que aún quedan por recibirla. Ha habido que suspender convivencias y reuniones que tradicionalmente celebrábamos.

El miedo, la ansiedad e incluso la angustia han perturbado muchas actividades de la Iglesia creando distanciamiento en esta pandemia que más tarde llevó a muchos al abandono de sus prácticas religiosas. Es así como este abandono se ha extendido desde los más jóvenes a los de mayor edad.

Para esta situación el obispo y el sínodo recién celebrado tratan de aunar e incentivar a cuantos viven alejados. Sin duda, todo esto debiera ayudar al pueblo creyente a recuperar sus raíces de siempre, los pilares de la fe que, volviendo al espíritu del Evangelio y de las Bienaventuranzas, pueden ayudar a esa vuelta a esas esencias irrenunciables de nuestra religión.

La pandemia vino a revelar nuestra fragilidad también a nivel de fe que está reclamando una nueva evangelización volviendo a las enseñanzas de Cristo tal como Él es, verdaderamente lejos de pretender hacerlo a nuestra medida.

Vamos a comenzar el tiempo de Cuaresma esta semana y, para los que tenemos fe, son cuarenta días en los que la reflexión interior debe mover de forma clara el comportamiento y el ser de cada creyente. Es la vuelta a los orígenes y a un estilo que, al igual que los primeros cristianos, era tan contundente que hacía exclamar a los demás: “Mirad cómo se aman”. 

Sorprende observar como algunos medios dan notable publicidad al Ramadán islámico y pasan de lado con el tiempo cuaresmal. Sería interesante recordarles que nuestra cultura occidental tiene un componente importante de las costumbres y modos del cristianismo. Y la Cuaresma es uno de ellos, muy esencial camino de la Pascua que marca toda la vida del creyente.

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