Opinión

¡Ya está bien!

Sobre todo los fines de semana, seguimos viendo en varios lugares de España los ya tristemente célebres botellones. Increíble forma, la de esta nueva moda, de divertirse. Y, mientras tanto, Cáritas informa y constata un gran deterioro de las condiciones de vida en los hogares durante la covid-19. Once millones de españoles viven en situación de exclusión social. Dos noticias muy difíciles de compaginar. Mientras unos lo están pasando mal, las autoridades continúan pidiendo precaución, usando todas las prevenciones posibles para que de una vez se vaya esta pandemia que ya dura. Y miles de jóvenes en diversas ciudades siguen con el dichoso botellón sin hacer ni caso a las restricciones que las autoridades sanitarias están constantemente recordando.

Lo de los botellones clama al cielo y las autoridades se ven desbordadas a la hora de eliminar estas manifestaciones que parece se han convertido en moda. Y a ello se unen los desordenes callejeros, la suciedad que dejan e incluso destrozos y pillajes incluidos en muchos casos, destruyendo mobiliario urbano, lo que supone un gasto para las arcas municipales. Se hace incomprensible esta serie de reuniones incontrolables y la capacidad de convocatoria que de día en día tienen en distintas ciudades. ¿Es imposible atajar estos desmanes? ¿Carece la sociedad de medios para atajar tantos alborotos?

Vemos como las fuerzas de seguridad se ven desbordadas e incluso atacadas. Increíbles actitudes de estos personajes que perturban incluso la paz nocturna de muchos habitantes. El vecindario de los lugares en los que se concentran estos jóvenes ya está cansado y lógicamente clama por la normalidad. Por lo que se colige, las autoridades, los ayuntamientos y la Policía se ven impotentes ante las magnas concentraciones. ¿Es tan difícil atajar estos desmanes? Los medios de los que disponen los ayuntamientos se ve que son insuficientes. Ya es hora de que a nivel nacional las leyes se adecúen de tal modo que impidan estas reiteradas concentraciones de fin de semana que están causando enormes destrozos en el mobiliario urbano e incluso en escaparates y entradas de negocios. Estas multitudinarias reuniones nocturnas deben ser reguladas por ley por bien sobre todo de la paz ciudadana.

Por otra parte, parece que los manifestantes olvidan el grave peligro que causan para ellos y cuantos les rodean. De manera inconsciente olvidan que la pandemia aún permanece y es como una espada de Damocles que tenemos encima toda la sociedad. El reiterado aviso de contagios e incluso muertes, aun cuando sean menos, siguen amenazando a la población mundial. Es la triste realidad que parecen desconocer en medio de tanta juerga nocturna. Además, en todos estos desmanes influye el modo que alegremente adoptan con bebidas que animarán el ambiente, pero que tiene sus consecuencias sobre todo porque muchos se niegan a tomar las medidas necesarias como las distancias o las mascarillas. Por su cuenta y riesgo pretenden regresar a una situación que ya pasó. El mundo es otro y las costumbres, modos y actitudes debemos conformarlas con la situación que creó la pandemia. Olvidar esto es una tremenda falta de responsabilidad.

La mayoría son jóvenes y algunos menores de edad. ¿Toman cuenta de ello sus padres o responsables de su formación? ¿Lo consienten? Esta es la cuestión.

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