Opinión

Un filósofo materialista opina sobre el aborto

He leído en una publicación de internet, “Páginas Digital”, una entrevista a Gustavo Bueno, padre del materialismo filosófico, en la que se refiere al sinsentido de presentar el aborto como un derecho de la mujer sobre su propio cuerpo, ya que la propiedad solo puede referirse a cosas externas al sujeto, salvo que una persona sea esclava de otra, forme parte de la propiedad del otro.


En su libro “El fundamentalismo democrático”, ya criticó que el aborto fuera un planteamiento de izquierdas, y en la entrevista citada remacha que no se trata de izquierdas o derechas sino de una confusión total de sus aspectos ético, biológico y político, por carecer de sentido plantear la cuestión políticamente, ya que la política está subordinada a otros aspectos extra- políticos. Como decir que el aborto es un derecho de la mujer, cuya afirmación le parece un sinsentido, pues sería equipara el aborto al derecho de comer o respirar. Aunque la postura de Gustavo Bueno es claramente contraria al aborto, no he visto que haya suscitado ninguna reacción entre el feminismo militante ni entre los que se dicen progresistas de izquierdas o de derechas, seguramente porque no es fácil encasillar a este filósofo, un hombre que se declara ateo y marxista, en la extrema derecha en la que quieren encerrarnos a los cristianos que nos oponemos al aborto.


No me parece tan difícil entender que el aborto es rechazable, no porque lo condene la Iglesia, sino que la Iglesia lo condena porque es rechazable desde cualquier planteamiento serio desde la razón, la biología y la ética.

Por desgracia, la cuestión del aborto se ha convertido en una cuestión exclusivamente política para muchos que, aunque no lo reconozcan, se mueven pensando en las próximas elecciones. Y todo se reduce a calcular si les puede dar más votos presentarse como abortistas o antiabortistas.


Apostar por la verdad, solo por la verdad, no se lleva demasiado. Los políticos y los ciudadanos nos hemos ido despojando de ideales y valores, preocupados solo por el fallido bienestar y los propios intereses, y así nos va. Basta observar el clima moral y social en que nos movemos.

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