Opinión

COLEGIOS DISPERSOS EN CARBALLIÑO

Uno de los lujos mayores que existen, y escasean, para la comunidad educativa, es poder impartir clases en edificios antiguos de especial belleza. Con una restauración adecuada a los tiempos en los que vivimos, resulta claramente enriquecedor poder disfrutar de una arquitectura singular para tan noble fin: formar personas que transformarán la sociedad del futuro. Un buen ejemplo es el que disfrutan profesores y alumnos en Carballiño. Me refiero al CEIP Calvo Sotelo, situado en el corazón de la villa bañada por el río Arenteiro. Hasta hace poco tiempo, además de impartirse las clases de educación infantil se daban clases de 1º y 2º de primaria, pero finalmente estos cursos, a día de hoy, están ubicados en el edificio situado en A Uceira.


Sucedió allá por el año 1919 que Calvo Sotelo obtenía su acta de diputado por el distrito de Carballiño. Calvo Sotelo se había preocupado de dejar al frente de la Diputación a Julio Rodríguez Soto. A través de él promovió la construcción del Matadero Municipal, la Plaza de Abastos, la vía del ferrocarril y el colegio de educación primaria. También mandó construir las viviendas para los maestros, que a día de hoy cumplen otra función mejor adaptada a los tiempos que corren. Porque como es sabido y conocido, los tiempos cambian a un ritmo muy rápido, y así, con buen criterio, en 1982, los arquitectos Alfredo Freixeira y Chus Blanco (viúda de Xaime Quessada) hicieron un diseño de la restauración del edificio, que se inauguró en 1984 como biblioteca municipal y casa de la cultura.


Pero volviendo atrás en un tiempo que no fue ni por asomo mejor que el de ahora, también había cosas coincidentes. Calvo Sotelo, siendo ministro de Hacienda, inauguraba en 1930 el edificio del colegio del que hoy estamos hablando, con una afluencia de más de un centenar de personas. El éxito de la iniciativa de agrupar escuelas rurales dispersas estaba asegurado. Años más tarde, muchos recuerdan al maestro Julio Lama, que además de ser el último inquilino de la casa de los maestros, ejercía como corresponsal de La Región en Carballiño. Un buen amigo suyo, Argimiro Marnotes (alcalde de Carballiño desde 1977 a 1991), todavía recuerda con nitidez el interés y empeño que Julio tenía porque Carballiño tuviese un espacio importante en el periódico, destacando siempre en clave positiva lo que allí se hacía. Sin embargo, esos recuerdos quedan indelebles en la fachada y paredes exteriores del edificio del colegio. Cuántas anécdotas de juegos, de maestros, de niños y padres. Y aunque en su día se construyó otro edificio de educación infantil en el Campo da Feira, a día de hoy ya tiene poco sentido que siga existiendo como tal. No parece ni es pedagógico tener un edificio emblemático medio vacío, y mantener el colegio del Campo da Feira con deficiencias en el patio de recreo, gimnasio, aula de música compartida con las de religión e inglés, entre otras carencias. Los beneficios de trasladar las clases al centro de Carballiño serían tantos como el ahorro económico que supondría no duplicar gastos innecesarios de calefacción, luz y un largo etcétera.


Y es que, en principio, pudiera parecer que muy pocos están preparados para cambios estructurales que suponen un progreso hacia el futuro; sin embargo, el agrupamiento por el que se apostó en el pasado tuvo sus consecuencias positivas y debiera ser un ejemplo para todos lo que ahora podemos verlo retrospectivamente. De ahí mi interés por abrir este tema a toda la comunidad educativa y las autoridades competentes, para que valoren las ventajas que suponen que los niños y niñas de Carballiño tengan la oportunidad de estar juntos en un edificio fabuloso, en el que caben todos. Y aunque nos cueste creerlo, los niños siempre han querido y quieren estar juntos, ya lo decía Rousseau : 'La infancia tiene sus maneras peculiares de ver, pensar y sentir, y nada hay tan fuera de razón como pretender sustituir esas maneras por las propias nuestras'.

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