Opinión

CONTRAVALORES PELIGROSOS: CELOS Y ENVIDIA

Imaginemos que poseemos un objeto muy valioso y que queremos mostrarlo, al menos, a los amigos, con el fin de que disfruten por un instante de su belleza. Es posible que muchos de ustedes se hayan visto más de una vez en esta situación, o a la inversa, es decir, que sean sus conocidos quienes tomen la iniciativa de enseñarles cualquier cosa que, bien por valor sentimental, bien por valor material, sea de especial interés. Por fortuna la mayor parte de las veces la experiencia es positiva y enriquecedora, pero cuando de repente aparecen elementos inesperados como la envidia, los resultados pueden ser del todo catastróficos para esa supuesta relación de amistad de la que se hablaba.


No se habla habitualmente de estas cosas. Es más sencillo decir sin tapujos que los valores humanos son fruto del esfuerzo y de la dedicación personal al cultivo de las creencias personales, concluyendo que se han perdido sin remedio conocido a corto plazo, todos y cada uno de aquellos valores del pasado. En este apartado las innumerables religiones tienen mucho magisterio en la recámara y no deja de ser curioso que las que más atraen a los occidentales sean las de oriente, ¿será tal vez porque el culto a la persona llega a ser un bálsamo corporal que fomenta el egocentrismo de una forma sutil y progresiva?, ¿quién sabe?... Pero por lo que sí tengo interés es en hablar hoy, es de aquello de lo que normalmente queremos evitar hablar. Y en el contexto del principio quiero referirme a la envidia ya que es posible que a más de uno de sus conocidos, le haya brotado de repente.


Me parece absurdo sentir envidia de los demás, pero más aún me parece sentirla de los que quieres. Por lo que me cuentan es bastante habitual, y el peligro está en que ese sentimiento, que induce a destruir a aquel que te produce la envidia, es como un roedor que dentro de ti te va minando poco a poco. El gran maestro Unamuno afirmaba que 'la envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual', y puestos a seguir el pensamiento del filósofo, observo con perplejidad que si no doy alimento a mi espíritu corro el riesgo de envidiar todo aquello que los demás poseen. Casi nada.


A pesar de que todos conocemos este contravalor, solemos confundirlo con los celos. Me viene a la mente un texto de Salomón en el libro de Cantares, cuando dice que los celos son como brasas de fuego, y si pensamos con tranquilidad, los celos surgen de experimentar que algo o alguien te arrebata aquello que es tuyo. Suele pasar en relaciones humanas, de amistad, entre familiares y ya no digamos entre parejas. El problema se agrava cuando existe un componente de envidia, que intenta destruir al otro, porque para que existan celos es imprescindible un tercer participante. Es por este motivo que el sincretismo entre celos y envidia es una conclusión de muchos que tienden a identificar ambos términos. Solo nos queda estar atentos y no caer en esas reacciones primarias que nos acechan, en estos tiempos que resultan ser un buen caldo de cultivo para todas ellas. De este modo, poco a poco pero con firmeza, podremos formar una sociedad digna de ser valorada más positivamente y con elementos de reconocido prestigio a imitar.


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