Opinión

Educación y confrontación

Desde hace unos años este país vive inmerso en una lucha por el control del modelo educativo, que no de la educación. Después de las enmiendas hechas a la LOGSE y LOE por el sr. Wert, que no dejó títere con cabeza y después se marchó, aparece una nueva ley orgánica, la LOMCE, que, además de conceder a la Religión plena validez curricular, nos retrotrae a métodos caducos y discriminatorios. Por si fuere poco, la OCDE, organismo de naturaleza económica, impone sus condiciones con las llamadas en Europa, competencias clave, y las familias han cambiado tanto en tan poco tiempo que parecen haber olvidado ser el centro neurológico de la educación de sus hijos, y en definitiva de nuestra sociedad más cercana. Mientras las familias educan, las escuelas enseñan, llegando a educar si las familias colaboran en los órganos colegiados de los que forman parte. Es, por tanto, la familia el pilar fundamental de la educación de los niños y niñas. 

En cuanto a la propiedad de los hijos, existe un abuso del lenguaje que puede hacer que perdamos la perspectiva. Hace 14 años viajamos con nuestra hija a un congreso en Madrid. En un momento, el bebé estaba en mis brazos y me preguntaron: “¿Es tuya?” Inmediatamente contesté que sí, pero la pregunta me recordó la responsabilidad de que fuese mía. Es en este sentido en que los hijos son nuestros; luego volarán como los padres han volado en su día. Mala cosa si no les dejan coger el vuelo, o si no se asume la marcha de ellos. Es por eso que para decir que el Estado tiene que velar por los derechos de los niños se ha montado semejante revuelo. No quiero imaginar el trauma que va a suponer la eliminación de la Religión de los centros públicos. Esta materia pertenece al ámbito privado de la familia. La educación espiritual es de vital importancia para los más pequeños y se ha trasladado a un lugar donde no debiera tener cabida. Pero sepan ustedes que no estamos hablando únicamente de la religión mayoritaria. Los musulmanes y los protestantes también se han sumado al pastel de dar clase de Religión. Cada año se gastan millones de euros en este profesorado que su única entrada en el sistema educativo es conocer a alguien en sus respectivas confesiones religiosas. Ya va siendo hora que se invierta el dinero en otras necesidades y se les dé una salida a estos profesores. 

Finamente quiero destacar las declaraciones de unos y otros respecto a este tema. El pontífice de Roma dijo en su discurso del Ángelus: "Todos los padres son custodios de la vida de los hijos, pero no propietarios, y deben ayudarlos a crecer, a madurar". Con lo que no nos enseña nada nuevo que no sepamos, sin embargo aclarará a sus fieles que si alguno se siente propietario, va por mal camino. Y en temas de moral católica debe ser todo un crack. Por otro lado, el teólogo José Hutter afirma: "No podemos pensar que los hijos pertenecen a los padres. No, señora Celaá, pero tampoco pertenecen al Estado. Sin embargo, a los padres les pertenece el derecho de educar a sus hijos según sus convicciones éticas y morales". Este teólogo protestante defiende la separación de Iglesia-Estado y la supresión de la religión evangélica en los colegios, por eso advierte del peligro de que el Estado se crea en el derecho de formar borregos a su gusto. Finalmente la Federación de Iglesias Evangélicas de España (Ferede), única entidad representante del mayor número de iglesias protestantes en España, emitió un comunicado en el que pide que no se genere confusión ni desconfianza entre las familias y los profesores. En su parte final dice: “Es desafortunado sugerir desde el Gobierno, de manera directa o indirecta, que ‘el Estado debe proteger a los niños de sus padres’ o, desde la oposición y otros sectores de la sociedad, que ‘los padres tienen que proteger a sus hijos del Estado’, ya que eso dinamita la confianza y nos perjudica a todos, empezando por los niños, que se convierten en la principal arma arrojadiza de este falso debate”. 

Esta generación clama por un pacto educativo que nunca llegará, a no ser que un buen día nos sentemos y digamos: ya está bien de perder el tiempo en luchar por mi modelo educativo.

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