Opinión

¿Puede repartirse mucho donde hay poco?

Sede de Samsung, en Seul, Corea del Sur.
photo_camera Sede de Samsung, en Seul, Corea del Sur.
El pacto de rentas es necesario, sin duda. El esfuerzo fiscal de energéticas y bancos es de justicia, por supuesto. Pero ¿basta con eso para sacar España adelante? ¿O hay que cambiar de modelo?  

El debate económico en España lleva tiempo centrado en hablar de los ingresos y de los gastos del Estado, lo cual es muy importante, pero no es lo más importante. Entre otras cosas, porque la economía pública mueve menos dinero que la privada; menos incluso, en términos relativos, que en las grandes potencias europeas.

Los medios más influyentes en el mundo, estadounidenses y británicos, que son los que marcan el debate económico global, no extrapolan el modelo español, sin menospreciarlo, claro, cuando analizan las grandes cuentas de EE UU, China, Japón o la Unión Europea; en este caso, casi habría que decir que volcados en Alemania y Francia. ¿Entonces en qué se fijan? Básicamente, en dos cosas: en las grandes multinacionales y en los mercados financieros; sobre todo los de Nueva York y Londres.

Dicho en otras palabras, el mundo económico se centra en la producción y en las finanzas, léase también, la gasolina que mueve el mundo desarrollado. Sin economía productiva, sin empresas ni bancos, poco se podría repartir desde el sector público. Hasta en China –un país teóricamente comunista– saben que es así.

España, en cambio, sigue empeñada en centrar el debate sobre sí misma, con el propósito –sin duda encomiable– de repartir mejor la riqueza, de modo que haya cada vez menos desigualdad y más solidaridad. El problema surge cuando no hay que repartir.

¿Por qué otros países pueden repartir más y mejor, con estados del bienestar tan o más avanzados que el español? Podrían darse muchas respuestas a una pregunta tan compleja, pero si hubiera que concretar todo en una podría decirse que eso es así gracias a sus modelos productivos, ligados en su raíz a la industrialización, la productividad y la competitividad.

Estas tres palabras están ciertamente manidas en España, pero el país sigue anclado en su modelo turístico, tras haber dejado atrás, en la crisis anterior, el boom del ladrillo. Y el turismo, siendo también importante, no lo puede ser todo.

Faltan industrias, falta inversión, falta tecnología, falta I+D+i… faltan, en definitiva, cosas que otros grandes países atesoran y España no tanto. Por eso sorprende, aún más, que el debate no se oriente en la dirección emprendida no ya por las principales potencias del mundo, sino también por otros países que han dejado atrás a España, como sucede con Corea del Sur, hoy con un PIB superior, partiendo de ser un país agrícola hace apenas 50 años.

Pero si puede causar sorpresa que España no siga las pautas de una economía industrial avanzada y tecnológica, resulta difícil de calificar su estrategia en la gestión de los fondos Next Generation EU. Cuando termine esta película, propia de Berlanga, ¿tendrá España una Tesla o una Apple? No. Tendrá, como mucho, una fábrica de baterías e infinidad de pequeños proyectos de los que nunca saldrán las sinergias que generan las grandes industrias, pero de esto apenas se habla. Es más, incluso el presidente del Gobierno y otros presidentes autonómicos presumen de haber atomizado las ayudas de los fondos europeos.

Samsung, LG Group, Kia-Hyundai, Pantech Curitel y Fila son solo cinco ejemplos de grandes multinacionales de Corea del Sur, un país con una población similar a la de España, pobre hace poco tiempo, pero que se centró en invertir primero en educación y después en industrializarse. ¿Serán ellos los equivocados? 

@J_L_Gomez

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