Opinión

El terrorismo tiene sus claves económicas

Suele pensarse que la vida humana no tiene precio, por lo que sería absurdo reducir las muertes causadas por el terrorismo a una valoración económica. No habría dinero en el mundo para pagar tanto sufrimiento, habría que concluir siguiendo la misma lógica. Sin embargo, lo cierto es que se estudian las consecuencias económicas del terrorismo, empezando por la más evidente: el terrorismo, como cualquier otra actividad, precisa financiación. De esto se sabe más bien poco, y no tanto por no conocerse sus principales partidas, sino por no saber de dónde sale exactamente ese dinero y en qué cuantías, partiendo de que el Estado Islámico es, por ejemplo, un proyecto de Estado con armas sofisticadas y abundante financiación.

El terrorismo internacional mueve personas, paga nóminas, compra armas, usa medios de transporte propios y ajenos, precisa bienes inmuebles, maneja dinero en efectivo, tarjetas de crédito… crea ciberejércitos y precisa formación. De hecho, el Estado Islámico prioriza la captación de jóvenes europeos con conocimientos y formación en nuevas tecnologías con el objetivo de desarrollar su propio ciberejército.

El Estado islámico, según la BBC, tiene apoyos económicos externos –difícilmente cuantificables- que complementa con la toma de recursos para proseguir su ofensiva y sentar las bases de su pretendido califato. Tanto es así que controla zonas clave de la industria petrolera iraquí en el norte de Iraq. Theodore Karasik, del centro Inegmas, y Robin Mills, autor del libro El mito de la crisis del petróleo, calculan que el Estado Islámico ingresa un millón de dólares al día por la explotación del petróleo iraquí. Sumando las ventas en este país y Siria podría conseguir 100 millones de dólares al mes. Suele vender los barriles a 30 dólares a través de intermediarios en Turquía y Siria que los introducen en el mercado negro. Además, ha implantado un sistema de impuestos en las zonas que conquista y promueve actividades ilícitas como el robo de reservas monetarias en bancos provinciales, el contrabando de coches y de armas, los secuestros y los controles en carreteras mediante peajes. Tampoco son ajenos ni a este ni a otro tipo de terrorismos determinados cultivos y tráficos, que contribuyen a incrementar sus ingresos.

Tendríamos, pues, que su economía es más sólida de lo que pudiera parecer, del mismo modo que más diversificada de lo que cabría imaginar reparando tan solo en su imagen pública más superficial. ¿Y qué sucede al otro lado del mostrador con las consecuencias de sus atentados? Hay aspectos a primera vista, como la pérdida de vidas humanas, los daños materiales que causan o los quebrantos de algunas de sus actuaciones, si bien, desde el punto de vista económico, el análisis que suele hacerse es más bien general, en la medida en que afecta a la seguridad global y, por tanto, a la estabilidad de los mercados financieros, las inversiones empresariales, y los propios presupuestos públicos.

Pero una cosa es coger perspectiva para el análisis de las consecuencias económicas y otra generalizar, ya que aunque la amenaza del terrorismo yihadista es común a todos los países, una serie de factores históricos, geográficos, sociológicos, económicos y políticos permite aventurar que algunos países seguirán estando más afectados por dicho fenómeno que otros. Además, una cosa es estimar el riesgo financiero normal y otra, valorar una incertidumbre como el terrorismo. 

@J_L_Gomez

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