Opinión

Pepiño, a los siete años, se quedó sin piernas

Ocurrió hace casi ochenta años. Cuando la estación estaba en obras. La estación vieja, la que estaba en la plaza de General Moscardó, iba a ser trasladada a la nueva, en lo alto de la calle de General Mola. Con terminología de hoy, diríamos de Vicente Risco a avenida de As Caldas. Me viene a la memoria porque por las obras de ahora, con la gran estación que esperamos, se toman grandes precauciones por todos lados. En aquellos tiempos, los vecinos de San Pedro, Chapa, Santa Ana y El Paraíso, que atravesaban aquellos terrenos vieron cortado el paso de El Puente a sus casas y, cómo y por dónde podían, salvaban los obstáculos entre maquinaria y los obreros.

Eso a diario. Los domingos y festivos, la “gente menuda” aprovechábamos para subirnos a las “vagonetas”, las empujábamos, jugábamos haciendo nuestro tren particular por las estrechas vías por donde los obreros movían los escombros. 

Pero algo muy doloroso, horrible, ocurrió la víspera de San José del año 41. Pepiño Martínez Novoa tenía 7 años y 8 meses. Venía de Salesianos a comer a casa, en El Paraíso. Al pasar por los terrenos donde se estaba construyendo, camino de casa, vio venir una hilera de vagonetas cargadas, pero estaba habituado a salvar las vías, agilísimo e hizo como siempre: saltar deprisa sobre las traviesas. Pero una de ellas estaba suelta y el chaval cayó sobre las vías. Y las vagonetas pasaron y le cortaron las dos piernas. Una por encima de la rodilla y la otra, más abajo.

Horrible. Aquel niño. Sin medios para auxiliarle. Nada estaba previsto. Nadie sabía qué hacer. Imposible pensar en una ambulancia. “No sé cómo se arreglaron… pero aparecí en el hospital de la Lonia, aquel que había en aquellos tiempos”. Me lo contaba el mismo Pepiño, entonces don José en las oficinas Licores El Paraíso, que él mismo regentaba, sucediendo a su padre y fundador, y que luego continuó uno de sus tres hijos. “Tuve que hacer frente de niño a aquella situación, crecer con diferentes piezas ortopédicas, que en aquellos tiempos eran muy deficientes. Seguí en Salesianos y luego en Centro Bóveda estudiando Comercio para trabajar con mi padre, hasta que llegó el momento de hacerme cargo de la empresa. Me casé con una chica de Vigo, Conchita, y llegaron los hijos, José, Mary y Carlos”.

Aquella estación vino a inaugurarla Franco. Era extraordinaria para aquellos tiempos. Hasta tuvo un largo paso subterráneo que desde la explanada exterior iba, bajo las vías, a salir a la calle Río Navia, para subir a Santa Ana, San Pedro, Chapa, El Paraíso. 

Ahora, en estos tiempos, siguen haciendo obras y obras en el mismo lugar para esa nueva gran estación. Con grandes medidas de seguridad.

Pero ya no podrá comprobar don José Martínez Novoa todo el gran, el terrible sufrimiento que sus padres y él se hubieran ahorrado. Hace años que se ha ido.

Te puede interesar