Opinión

El tren, la sirena y los goles del Couto

Los pontinos siempre nos hemos sentido ferroviarios. No sé cómo sería la cosa cuando llegó la primera estación en pleno Ribeiriño, cerca del Puente Viejo. Pero puedo dar fe que nos hemos sentido verdaderamente cerca cuando apareció la segunda, la que conocimos todos: cuando el tren entraba potente y seguro sobre la Avenida de las Caldas y pasaba entre los arboles del hoy Parque del Puente, y se detenía en el andén existente en donde se encuentra ahora 12 de Octubre e Instituto.

El ruidoso paso por el puente de hierro sobre Las Caldas marcaba el horario para la vida pontina. La salida del llamado Ligero a las siete y media de la mañana funcionaba como despertador, la hora de dejar la cama. El paso del Correo hacia Monforte y Madrid a las doce y media era el mediodía; y el mismo tren, procedente de Madrid, camino de Vigo por la tarde, la hora de la merienda de los chavales. Y, por supuesto, la llegada del Ligero de Vigo a las once de la noche la hora de irse a cama. 

Si el tren, con su ruidosa y majestuosa entrada, no pasaba desapercibido para ningún pontino, había otras señales que los vecinos captaban. Por ejemplo, los toques de las campanas de la Iglesia. Manolo “Tarteiras” esa en tan simpático como afanoso sacristán. Pero lo de las campanas le iba… a medias. Si se hacían sonar desde abajo, tocando a difunto o a misa, vale. Pero el repiqueteo, ni hablar. Me contaba que durante la Guerra, había un comandante retirado en la avenida de Santiago y cuando los Nacionales tomaban una ciudad, quería que Manolo subiera a repicar las campanas para dar la noticia. Pero no. Si os fijasteis, hay que escalar hasta lo alto desde dentro del templo para llegar al campanario y le daba miedo subir, especialmente de noche, y el comandante agarraba “cada perra”. “Tiñalle medo, o ver como se poñía.”

Cuando durante el día sonaba la sirena de Fundiciones Malingre en el Couto… ¡fuego! Había un incendio. Y en aquellos tiempos se oír en toda la ciudad. El motivo era doble. Daba la noticia al pueblo y avisaba a los bomberos fuera de servicio para que se enterasen donde había problema y se llegaran a ayudar…

Y es que el silencio era total. Así, aparte de la sirena incluso cuando la Banda de Música del Regimiento en San Francisco ensayaba el desfile, lo oíamos en El Puente. Y ya, teniendo en cuenta que el Estadio José Antonio –luego llamado Couto- fue construido en 1949, cuando la afición gritaba ¡goool! también nos enterábamos todos. Claro: desde el Miño al campo de fútbol no había ninguna construcción, solo huertas. Y hasta desde la Estación Nueva se veía a la hinchada en la grada de fondo…

Pues ya veis. Entre unas cosas y otras vivíamos tranquilos y felices. Aunque los chavales por culpa de los “guardias de la porra” no pudiéramos jugar al fútbol en la calle… ¡También era ganas de fastidiar!

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