Toda clasificación es un certificado, de presencias o ausencias, de victorias o derrotas. Las más miradas, las deportivas, seguro; hay otras menos complacientes.
Uno recuerda con nostalgia cuando este país peleaba -así lo insinuaban- por una silla en el G-8; la instalaban compartida por aquello de no evidenciar morritos y salir en la foto. Septiembre del 2009; la cosa estaba ya jodida, pero hasta allí -Italia- acudía Zapatero a hablar de ayudas al desarrollo y de políticas de lucha contra el hambre; también de cambio climático. En realidad a España no le correspondía estar ni en el G-8, ni en el G-20, pero el juego era otro.
Hay estadísticas que siempre nos han sido cicateras, como las del informe Pisa; las de I+D+I, también. Antes de los recortes, España ocupaba un lugar rezagado entre los países que más invertían; ahora, mejor no mirar. Aunque eso, como apunta Montoro “sean datos de puro contenido estadístico”.
Dicen que la economía es un estado de ánimo, lo creo. Según Intermon Oxfam los 20 españoles más ricos, acumulan la misma riqueza que el 20 por ciento más pobres. Sin saber por qué a uno le viene a la mente el arranque del “Gran Gatsby”, “Cuando tengas ganas de criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo tuvo las mismas ventajas que tú”. Nos estamos transformando en un país de oportunidades.
Hay rankings que duelen incluso más, el de Cáritas cuando señalaba que los niños españoles eran los más pobres de Europa, sólo por detrás de Rumanía. era una evidencia. Ahora es otra ONG, Save The Children, la que apunta que España es después de Grecia, el país de la UE donde menos eficaces están siendo las políticas sociales. Uno de cada tres niños -según la ONG- en este país, 2,8 millones, están en riesgo de exclusión social.
La cosa no queda ahí, el ranking de Eurostat apunta que cinco regiones españolas, 7 sobre 10, están sufriendo las tasas más altas de desempleo de la UE. Está claro que las estadísticas son números y promedios, muy injustos, tanto como el diagnóstico.
