Opinión

Un circo, jodido circo

No sé si el alma, pero, el armazón de huesos y pellejo que somos, un león lo destrozaría en cuenstión de segundos. “Damnatio ad bestias” era un grito de guerra con el que los romanos alcanzaban la diversión, no todos claro. Los peores criminales y los cristianos eran lanzados al foso sin consideración; más que un espectáculo, era una afirmación, pura ilustración visual de un ejercicio retórico desmedido con vistas a que la peña tuviera claro que aquel divertimento no era gratuito, y que ellos, si no tomaban buena nota, serían los siguientes, y ya sabemos cómo se la gastan las fieras cuando tienen hambre.

Hace tiempo que lo cotidiano ha mudado la piel en un metafórico ideario de anfiteatro romano. Pan y circo, “Panem et circenses”, así describía el poeta Juvenal en su Sátira la costumbre de los emperadores romanos de regalar trigo y juegos circenses a la peña, para mantenerlos entretenidos y atentos; hoy es otra cosa, mismo significado. Ya nadie osa sacar a los leones para sacrificar a dentalladas a nadie, pero eso no mejora la cosa. El Ayuntamiento de Mérida a punto estuvo de organizar un torneo de pádel en su ilustre anfiteatro romano, pero hoy el escenario es catódico y la plebe, fatigada a rabiar, pide cabezas que palien semejante rabia. El martes, MasterChef, que es lo más parecido hoy a la biblia laica del entretenimiento, puso sobre el obrador de su cocina, la cabeza de un adolescente imberbe, que osó frivolizar el sancta santorum programa del prime time. No había leones, bueno sí, uno minúsculo y risueño, “León come gamba” que ya conocen. Y audiencia, mucha.

Rodrigo Rato es otro león embutido en trajes de mucha pasta. A quien fuera artífice del milagro económico de los 90, un temido agente de la Agencia Tributaria le reclinaron con método su testa leonina antes de introducirlo en el coche policial. No estaba preso, ni lo está, era un mero sacrificio. Pan y circo, que diría el emperador.

Te puede interesar