Opinión

Hacer el Tibu

Cuando en la decimonónica Inglaterra victoriana el naturalista Charles Darwin trabajaba sobre la idea de lo que luego sería “El origen de las especies” más de uno le advirtió de los peligros de unas teorías que ponían en tela de juicio que detrás de las especies, incluidos los homínidos, no estaba ningún Dios, sino que todo aquello se correspondía con un proceso de selección natural y millones de años de por medio. Para Darwin, quien había estudiado teología en Cambridge y aspiró a sacerdote de la iglesia anglicana, aquel cúmulo de evidencias constatadas que contradecían las verdades de la fe religiosa supusieron un cisma en su vida personal, su mujer era una profunda devota, y su obra causó un escándalo monumental. Sufrió humillaciones, se le caricaturizó como un mono y su Teoría de la Evolución fue denunciada ante las autoridades eclesiásticas. Sin embargo, Darwin nunca se definiría a sí mismo como ateo, más bien, consecuentemente con lo que trataba de desvelar en sus teorías, se percibía como un agnóstico.

Hubo un tiempo en el que las Humanidades eran el verdadero motor que pulía la formación intelectual de las personas, al menos, hasta que los saberes clásicos y los estudios de las Humanidades en sí fueron dejando espacio teóricamente para favorecer y mejorar los conocimientos científicos; y en estas surgió Internet, una especie de nuevo catecismo católico, sin cismas que lo pusieran en cuestión.

Tibu es el sobrenombre de Damián Pereira, un joven de Camariñas emigrado, que viendo una moda de internet que estaba haciendo furor en Suiza donde reside, la de zambullirse en piscinas, estanques, cloacas y palanganas sin saber a santo de qué, reconduce la idea entre los suyos, y merced a las redes sociales la historia se vuelve vírica. La teórica amenaza de pagar una mariscada -de un gallego tenía que ser la idea-, es la clave para que miles de personas se lancen a las aguas turbias de la inconsciencia. Adolescentes, adultos de barba, incluso alcaldes y políticos de casta; que no se diga que no hay sentido del humor. Uno, que no ve mal que la gente se divierta, simplemente relata lo que ve y le da mucha risa y pena, al percibir que Darwin estaba equivocado.

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