Opinión

El mago tampoco

Un buen mago no explica el truco, lo hace. En el mejor de los casos te dirá, “te voy a hacer un truco”, y si es diestro, te sorprenderá con una maravilla de mentira en forma de realidad. La habilidad del mago no está en la buena mano, que también, sino en la capacidad de distracción. Con un verborrea sutil, con unos gestos que enmarquen la situación, con una voz que engatuse, nos manejará a su antojo. El mago maneja los trucos, y los tiempos, o al revés, con un único propósito, asombrar a su público.

Andaba García Márquez a sus 32 años recién perdido por México, “el mismo día en que Ernest Hemingway se dio el tiro de la muerte”. A esa edad envidiable había hecho ya carrera periodística y escrito 5 libros que hoy veneramos, aunque varios de ellos figuraban aún en la clandestinidad de la fama. Decía sentirse -el futuro Nobel- en una encrucijada, en un callejón sin salida buscando una puerta. “Lea esa vaina, carajo, para que aprenda”. Quien se lo decía era una persona de fiar, Álvaro Mutis, la lectura recomendada, “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo. “Aquella noche -cuenta Márquez- no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura”. La novela no sólo vapuleó el instinto sino que reencontró al escritor con la capacidad de asombro.

Para asombro el vivido en este país huérfano de Gobierno el pasado viernes, enfangados en el suspense del mediodía a la noche, primero con el autoproclamado presidente, perdón vicepresidente, en una rueda de prensa envenenada, donde, si algo quedó claro, es que se apuntan maneras, enseñando -no tengo claro si de manera premeditada o no- no pocos trucos. Y lo del “Precioso abrigo de pieles que trae usted” a la periodista Ana Romero no llega a prólogo. El mago llenó la sala de verborrea, al menos hasta la actuación intelestelar de Rajoy, que sin conejos en la chistera, optó por el invento del comodín. Asombrado por los hechos, más de uno, incluido Sánchez no pegó ojo en toda la noche; el mago tampoco.
 

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