Opinión

¡Ya es navidad!

En realidad los primeros síntomas siempre te pillan sin previo aviso con el paso cambiado, en el super, camino del estante de las cervezas y el vino -no le vamos a engañar a nadie-, te sorprenden unos mesados ya repletos de turrones, siempre tentadores por cierto. A finales de octubre, no exagero, en un improvisado viaje al Pais Vasco -Eibar- uno se encuentra en esta pequeña localidad con las luces de Navidad ya totalmente dispuestas a lo largo de las calles y al personal transitando con total naturalidad ante semejante escenario, tan sólo faltaba el arranque del encendido, seguro que a estas alturas del almanaque más de uno habrá tenido no pocas intenciones de conectarlas a la red. 

Entre nosostros hoy el paisaje de los centros comerciales es cien por cien navideño, tan sólo faltan los villancicos disparando de seguido. No tardarán en hacerlo. Las contrataciones anunciadas por las grandes empresas -Seur, El Corte Inglés, etc...- hace días que disponen unas cifras a la vista muy importantes, a la espera de que todo se anime, es una manera más de adelantarse.

La Navidad es una cita extraña, cada vez más, lo único que nos une a la vieja idea de lo que somos y lo que fuimos; tal vez porque el ser humano, sino a la fe, tiene siempre que aferrarse a un territorio reconocible, aunque no sea otra cosa que a unos sentimientos, una idea de celebración enraizada del gran supermercado de la vida. En breve brotarán las demandadas campañas, las llamadas aceleradas de las estadísticas que aventurarán el cálculo por persona en gastos navideños, la cuantía de boletos de lotería a gastar en ese sorteo cargadísimo de premios del que no osarás quedarte al margen, no vaya a ser que la suerte se quede al lado y te deje clavado; la cantidad en juguetes que las familias de bien emplearán para agasajar a los suyos. 

La Navidad no es un cuento, por muchos incrédulos que haya. Una ingente maquinaria que lo mueve todo para que nada cambie, bueno sí, la economía de las cosas. Uno se imagina ya al Rey, el de ahora, en su primer discurso, y al otro, detrás de la puerta; incluso al Pablo Iglesias de Podemos, aferrado al televisor, para inventar algo.

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