Opinión

Propósitos autopropulsados

En los escenarios de frontera uno se encuentra siempre con aquellos detalles que territorio adentro pasean nimios, es como si fuera necesario dar ciertos pasos más allá de lo razonable para encontrarse con todo aquello que nos falta. La frontera es territorio extraño, siempre seductor por lo que se presupone que allí está lo que en tu casa no existe. Hay quien instala el ideal fronterizo en cualquier lado, en el portal de enfrente, en el negocio vecino, en el trabajo ajeno. Hace poco, en un gesto confuso, cuentan que un ciudadano se atrevió a desnudar en público sus fantasmas. Allí reconoció que durante años su gran referente conceptual, intelectual, no era el suyo propio sino el de enfrente, desde entonces, ante semejante confesión, las contradicciones se le presentan al alba. Dicen que en este país siempre la vaca del vecino, sin haberlo comprobado, se cree más provechosa que la propia, las fincas, más fértiles, y hasta la hermosura lo es también. No hay peores propósitos que aquellos que uno ejercita día a día sin fe ni esperanza, tal vez por ello algunos, en vez de avanzar, insistan en mirar de reojo. Pero también están aquellos que, echados para adelante como van, se ven ya camino de la gloria sin haber pasado más allá de la confusión y el ridículo, y ya hacen cálculos y anuncios de lo que harán si alcanzan los propósitos de año nuevo, y éste ya se sabe, es año electoral. 

Y es que nos pasamos la vida haciendo cálculos, y cosas, y más cálculos, hasta que sin darnos cuenta nos adentramos en el territorio de la confusión. Lo mejor, a estas alturas, es dejarse de anuncios y hacer, o simplemente apuntarse a vaguear, léase no hacer nada, pero sin decirlo, claro está, no vaya a ser que nuestras palabras resuenen como bombas de palenque en la ventana de enfrente, y allí, ya se sabe, todo es también más grato y generoso, e imagínense si ellos, o él, se encuentra al quite y escucha la jugada. Vamos, que remata.

Te puede interesar