Opinión

¿Y quiénes somos?

Será por la estrena aún del nuevo almanaque que a uno se le ocurren planteamientos -en apariencia- de cierto calado. ¿Quiénes somos? Nada original por cierto, la humanidad no ha hecho otra cosa que preguntárselo desde tiempo inmemorial; quiénes somos, como si de la carta de presentación de cualquier empresa se tratara. “Somos una empresa sólida, dinámica, flexible y que nos adaptamos al cambio”, reza en su web una multinacional elegida, imagino por aquello de estar bien posicionada en los buscadores, al azar, Y nosotros, usted y yo, ¿somos también así? Si tuviéramos que vendernos en público como la empresa en cuestión optaríamos con certeza por algo semejante; lo contrario tendría poco recorrido y ningún éxito.

Pero la realidad del personal es distinta, al menos en ese territorio denominado “privado”. En ese espacio hoy, en diferencia con el pasado, todos somos más exhibicionistas, quizás, porque no pensamos en la trascendencia de muchos de esos gestos cotidianos. La obsesión por el yo, la falta de pudor, hoy es algo enfermizo.

Yo, yo, y yo. Si no hablas de ti, si no te pones como centro referencial de las cosas, si no insultas convenientemente en el twitter, no eres nada. En medio de un marasmo de incógnitas, de incertidumbres constantes en las que vivimos, el pensamiento colectivo se nutre de seguidismos y verdades interesadas; un buenismo de salón donde la libertad personal y el pensamiento libre de verdad no siempre tiene cabida. Todo el mundo quiere ser protagonista del momento, aunque fuera de soslayo, o inexistente, su deambular por los hechos. En la sesión constitutiva a Cortes vimos gestos simbólicos, respetables todos, pero también vimos representantes políticos practicando un yoísmo exacerbado, deambulando por el hemiciclo como si fueran turistas, olvidándose del pudor, y de lo principal, ellos síínos representan. A ellos sí les exijo solidez, flexibilidad y dinamismo.

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