Opinión

Ceremonias ancestrales

El reciente traspaso de poderes en el actual imperio nipón ha puesto de manifiesto el porqué esta monarquía hereditaria es la más antigua del mundo, pues constan leyendas donde se remontan a alrededor del 600 antes de Cristo. La “dinastía del crisantemo” se articula en tradiciones, ritos y protocolos milenarios. Y de hecho, la parafernalia y boato exhibido en estas ceremonias tanto de abdicación como de coronación tienen rango milenario y proceden del sintoísmo, religión que rige esta monarquía.

Primero se celebró, en sala estatal de Matsu-no-Ma del palacio Imperial de Tokio, la ceremonia de despedida o de renuncia a la corona y donde el emperador Akihito, vestido con la vestimenta tradicional, celebró el ritual para anunciar la abdicación a sus ancestros, que fue aceptada por el primer ministro. Una ceremonia pletórica de símbolos y representaciones y acorde con la cultura del imperio del Sol Naciente. Desde ahora, el emperador saliente tendrá el título "joko", que significa "gran emperador”.

Y luego, en el salón de audiencias del mismo palacio, se desarrolló la ceremonia de entronización y a la que no asistió ninguna mujer de la Familia Real. En la misma, el príncipe Naruhito, que se convierte en el 126 emperador de Japón, recibió las insignias del poder imperial representadas en una espada, un espejo y una joya llamada “magatama”. Estos tesoros imperiales simbolizan los valores que se atribuyen en un emperador: valor, sabiduría y benevolencia. Con el final de esta ceremonia, arranca la nueva era imperial, Reiwa, y finaliza la era Heisei, que comenzó en 1989 cuando su padre llegó al trono. Reiwa surge de la combinación de dos caracteres que pueden traducirse como "propicio" u "orden" y "armonía".

Antes, los emperadores japoneses eran contemplados como dioses, pero el emperador Hirohito, abuelo del actual, renunció públicamente a su divinidad al final de la Segunda Guerra Mundial y consecuencia de la rendición de Japón. El emperador en Japón no ejerce poder político, pero representa un importante símbolo de la unidad nacional.

Y en la no menos solemne ceremonia de entronización, el nuevo emperador sentado en un espectacular trono con dosel que incorpora detalles dorados y bordado con el ave fénix, asumirá plenamente sus funciones ante el primer ministro, quien, según la tradición, tiene que responder gritando la frase: “¡10.000 años de vida al emperador!”.

Si recientemente hablábamos de la realeza británica como la más antigua de Europa, es obvio que la japonesa lo es del mundo y articula su longevo ceremonial en unos ritos de profundo arraigo ancestral y trufados de costumbres y tradiciones inmemoriales.

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