Opinión

Un himno sin letra

No es la primera vez que podemos comprobarlo, pero la situación se repite. Hagamos un recuerdo: en la final de la Copa de Confederaciones entre España y Brasil, en los prolegómenos protocolarios fueron ejecutados ambos himnos. El contraste había sido manifiesto. Los jugadores españoles se limitaban a escuchar con solemnidad, alguno tímidamente movía los labios tarareando, mientras que los brasileños cantaron eufóricamente su himno. Y en una estratagema psicológica, en los últimos compases de su interpretación, cesó la música y todo el estadio al unísono siguió cantando “a capela” su propio himno. 

Nuestro himno reclama una letra. Es algo obvio, el problema es, ¿quién se atreve a ponerle letra en esta España tan diversa?

El himno tradicional español es el conocido como Marcha Real o Marcha Granadera. Se interpreta solamente con la música, porque carece de letra, de ahí que cada vez que se interpreta en actos públicos masivos, es simplemente “tarareado”. Y eso que es precisamente el deporte el único ámbito que nos permite izar la bandera e interpretar los sones del himno español sin arrebolarnos.

En su momento, el Comité Olímpico Español había convocado un concurso, juntamente con la Sociedad General de Autores, para dotar de letra al himno, pero finalmente no se alcanzó acuerdo o consenso para definirla. Eso, a pesar de las buenas intenciones de su presidente, Alejandro Blanco, quien quería que estuviese “inspirado en valores de consenso, que nazca desde el deporte y sin aristas políticas”. Finalmente hubo una propuesta que gustó al jurado, pero no fue posible materializarla por la "falta de consenso y unión entre la clase política y la ciudadanía”.

El entonces líder de la oposición, Mariano Rajoy, anunciaba una iniciativa en el Congreso para que se crease una comisión que en un plazo de tres meses propusiese la letra. Todos coincidían en que hacía falta esa letra. Estaban de acuerdo solo en eso, porque luego, en lo de la letra, es otro cantar y nunca más apropiado este decir popular.

Necesitamos cerrar este debate para evitar situaciones que se producen y reproducen esporádicamente cuando un deportista español sube al pódium y escucha un himno que no le es familiar, como cuando suena la versión que incluye la letra de José María Pemán -por encargo de Miguel Primo de Rivera-, como le pasó recientemente a Carolina Marín en el Campeonato del Mundo de Bádminton en Yakarta (Indonesia).

La cuestión es que o bien se hace una letra aséptica, que no moleste a nadie, esto es, a ningún vecino de arriba o de abajo, del este o del oeste de esta península llamada España antes Iberia o, si no, seguiremos tarareando “per secula seculorum”. Amén. Amén que por decreto se imponga sin más miramientos chauvinistas.

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