Opinión

Recuperar tradiciones

Las tradiciones forman parte de nuestro entramado social. Su pervivencia es una forma de garantizar nuestra identidad. Por eso cuando hablamos de protocolo, decimos que éste se articula no sólo en normas, sino también en usos, costumbres y tradiciones. Una sociedad que potencia sus tradiciones, es una sociedad viva.

Y eso es lo que ha pensado el Obispado de Ourense al querer recuperar el pregón de la Semana Santa y para lo cual se eligió como magnífico marco el templo de Santa Eufemia del Centro, donde Félix Álvarez, secretario de la Vicaría de Pastoral, intervino como pregonero y magnificó la celebración de la Semana Santa a través de los distintos actos programados. El timbre musical artístico, parafraseando al obispo monseñor Leonardo Lemos, que presidió esta puesta de largo, por explicarlo en términos sociales, lo puso la coral Auria Canta.

No cabe duda de que potenciando el pregón de la Semana Santa, de la misma manera que sucede en otras ciudades, al mismo tiempo se está poniendo en valor toda la programación de la misma y para que la ciudadanía se involucre en ella. Se trata de revitalizar la tradición, de asentar las costumbres y que éstas se conviertan en esos usos sociales.

Evidentemente, toda la Semana Santa en sí misma es una permanente ceremonia de ritos y gestos. La tradición se funde con los usos sociales. El ciudadano tiene la oportunidad de participar activa o pasivamente, pues puede hacerlo por convicción y fe, o sencillamente como espectador de estas ceremonias que tienen su momento álgido con la procesión del Santo Entierro.

Y como en otra ocasión hemos comentado, también algunas procesiones conllevan su “protocolo”, sustentado en arraigadas tradiciones, como sucede el Domingo de Pascua de Resurrección con la procesión con la imagen de Santa María Madre a la S. I. Catedral. Se la conoce también popularmente como la procesión del “desplante”. Desplante o desencuentro, porque el Cabildo catedralicio rompía la relación con la Corporación Municipal y ésta no podía acceder por la escalinata al templo de Santa María Nai, a donde se lleva la imagen de la Virgen concluida la procesión, y se despide a los pies de la misma ante el saludo del prelado.

El origen de ese desencuentro -que se remonta a hace más de un siglo- es que el Ayuntamiento no había querido sufragar los gastos de reparación de esa escalinata. Se escenifica mediante un rito que es cuando la Corporación se queda a los pies de la escalinata, mientras asciende por ella la imagen de Santa María Nai y aguarda el momento en que el Cabildo está frente a la puerta del templo y el obispo se despide.

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