Opinión

Un Black Friday solidario

Hay dos teorías sobre el origen de la expresión Black Friday, y probablemente sean ciertas las dos. Una de ellas señala los grandes atascos de tráfico que se produjeron en Filadelfia un viernes de 1961, por lo que los policías municipales acuñaron esta expresión para referirse a aquella sobrecarga de trabajo. Pero ese viernes fue el siguiente a la tradicional cena de acción de gracias, que se celebra en los Estados Unidos el último jueves de noviembre. Esto entronca con la otra teoría, que además es mucho más antigua, ya que parece haberse iniciado a finales del siglo XIX. Según esta versión, la noche de acción de gracias marca el final del año "normal" y el inicio de la temporada navideña, cargada de festividades, reuniones familiares… y compras. Pese a las connotaciones habitualmente negativas del color negro, los comerciantes habrían comenzado a emplear esa expresión para referirse a algo muy positivo: tras once meses de números rojos en sus libros de contabilidad, por fin ese viernes comenzaban a tener beneficios, y a escribirlos en números negros. Así, el Black Friday se convirtió en el día más esperado del año para infinidad de pequeños empresarios, el día en que se iniciaba el breve periodo de beneficios que justificaba todo un año de esfuerzo, no tanto por los costes inherentes al negocio, que siempre dejarían un margen estrecho pero suficiente para vivir, sino por la pesada losa que supone la carga fiscal y regulatoria soportada.

Me quedo con esta segunda teoría, con o sin tráfico denso. Hoy, sometidos a restricciones de movilidad, confinamientos perimetrales y demás medidas rayanas en la vulneración de los derechos civiles, el tráfico masivo se va a producir sobre todo en las redes de fibra óptica, pero seremos muchos también los que vayamos a una tienda y cumplamos con la tradición. Cientos, quizá miles de millones de personas en todo el planeta van a hacer eso tan nuestro, tan natural, tan humano y que tanto incomoda a los partidarios de un Gran Hermano estatal omnipresente y omnipotente: intercambiar. Desde que el primero de nuestros antepasados intercambió con otro su excedente de comida por un hacha de sílex, o le enseñó a pescar a cambio de que el otro le desparasitara, el intercambio voluntario de bienes y servicios ha presidido las relaciones humanas y el lento avance de nuestra especie. Más tarde apareció la institución dinero para facilitar los intercambios, preservar el valor y garantizar la privacidad de las transacciones. El comercio interior es uno de los pilares fundamentales de la vida en sociedad, y el comercio exterior es el mayor garante de la paz. Dentro y fuera de unas fronteras, la única alternativa al comercio es el pillaje.

Es muy de celebrar que hoy sea Black Friday, y que lo disfrutemos haciendo eso que sólo está al alcance de cualquiera en los países cuyo sistema de economía política es el capitalismo: comprar y consumir, y para ello previamente producir riqueza de forma colaborativa. El capitalismo es, contra lo que dicen sus críticos, el sistema más solidario: el único en el que para enriquecerte no tienes más remedio que ayudar a los demás produciendo bienes y servicios, trabajando o dando trabajo, innovando y esforzándote por servir.

La efervescencia de las economías libres cristaliza este viernes en la imagen ilusionante de una persona cargada de bolsas para llevar a los suyos aquello que necesitan o que simplemente desean. Ha conseguido esas cosas intercambiándolas por su esfuerzo transformado en dinero. Hemos cambiado mucho desde que el antepasado de esa misma persona llevaba a la caverna carne de mamut o bayas del bosque, pero el hecho es en puridad el mismo, la satisfacción de nuestro aprovisionamiento. Y el comercio enmarca esa pulsión consustancial a nuestra naturaleza en unas reglas sociales de intercambio libre y pacífico. Si no es a eso a lo que llamamos civilización, como mínimo es una parte sustancial.

La crisis brutal generada por esta maldita pandemia y, sobre todo, por las malas decisiones políticas en torno a la misma, ha dañado mucho a nuestros comerciantes y a sus familias, a sus trabajadores y a sus proveedores. Hoy es el mejor día del año para salir ahí fuera, entrar en sus establecimientos y ayudarles a volver a los números negros desde la solidaridad más eficiente, la del capitalismo. Feliz Black Friday.

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