Opinión

Carta al asesino de Navalny

Odiado tirano estatista, monarca absoluto, zar de todas las Rusias y de todos los rusos y no rusos que tu imperio criminal sojuzga, genocida mayor de nuestro tiempo, sombra de Hitler, carnicero de Chechenia, Georgia y Ucrania, enemigo número uno de la paz mundial y de las libertades, encarnación del rojipardismo antiliberal, despreciable y mendaz cobarde, robot kagebista, asesino, Vladimir:

Lo has hecho. Has matado a Navalny. Al segundo intento, lo has conseguido. No te bastó envenenarle. Cuando los alemanes le salvaron del Novichok que con tanta generosidad administras a tus adversarios, se empeñó en volver a Rusia a sabiendas de lo que iba a pasar. Eso no le convierte en héroe, sino en un auténtico mártir. Lo has mantenido secuestrado hasta que por fin has logrado provocarle la muerte. El mismo día previo se encontraba perfectamente y mantuvo visitas, ahí está el vídeo. Da igual que la muerte que llamas “súbita” le haya sobrevenido por las condiciones de tu congelado calabozo polar o por la acción discreta de algún agente. Ha muerto en tu cárcel y la responsabilidad es tuya. Alexéi Navalny se suma a la lista ilustre de los rusos que han soñado un país normal, equivalente a los occidentales, con libertades y derechos, con una prensa y una Justicia dignas de tales nombres, con un sistema de gobernanza política conforme a los estándares de nuestro tiempo en los países civilizados. Mataste a Boris Nemtsov, a Litvinenko, a Politkovskaya. Ahora has matado a Navalny. Muchos más están escondidos en tu mazmorra distópica. Otros están en el exilio, como el gran Garry Kasparov.

Vladimir, asesino, pocos días antes de la muerte de Navalny te sentaste con el infame Tucker Carlson, y ni siquiera a él le respetaste, pese a que viajó a Moscú para hacerte una entrevista-masaje. Lleno como estás de desprecio a la idea misma de una sociedad de personas libres, trataste al periodista trumpiano como a un curioso insecto. Bien empleado le estuvo a él, pero dice mucho de ti. Como dicen mucho de ti, de quién eres, las bombas que caen sobre las guarderías ucranianas con el mensaje pintado “para los niños”. Como dicen mucho de ti y de la Rusia actual las imágenes de soldados robando los peluches de los niños tras asesinarlos junto a sus madres violadas, o llevándose los televisores y las lavadoras. No hay palabras para describir la degradación de Rusia bajo tu bota. ¿Es posible tomar una sociedad y asalvajarla hasta la más absoluta insensibilidad al mal? Claramente lo es, otros antes que tú lo consiguieron. Los alemanes son gente normal, pero Hitler los transformó por unos años induciendo una psicopatía colectiva. Similar proceso se vive en Corea del Norte desde hace tres cuartos de siglo. Tú lo has hecho en Rusia. La “sociedad Z”, como la denomina el profesor Faraldo, es un ejemplo claro de cómo la condición humana puede reducirse a la animalidad autómata, a la insensibilidad apesebrada, a la subsistencia física sin alma ni valores. Ahora estás deteniendo a quienes salen a las calles para homenajear a Navalny. Ya van cientos.

Vladimir, asesino, sabes bien que Navalny no representaba ninguna amenaza real. Pero era un opositor auténtico que te cantaba las verdades del barquero, que señalaba tu corrupción extrema, ese fondo de reptiles que Bill Browder estima en al menos doscientos mil millones de dólares para inundar el mundo con las narrativas que te convienen, comprar políticos e intelectuales al peso y hackear nuestras sociedades. La muerte de Navalny es un aviso para navegantes internos (militares, miembros de la oposición tolerada): toda resistencia es fútil. Y también para el resto del mundo: estás dispuesto a todo y si mueres del cáncer o lo que sea que te está carcomiendo, será con las botas puestas. 

Vladimir, asesino, a tu Rusia cautiva y sectaria no bastará derrotarla. Aunque te deseo con todas mis fuerzas un final cruel y doloroso, mi razón es superior a mi emoción y deseo más aún que Occidente pueda capturarte vivo y sentarte en un banquillo para hacerle justicia a tus víctimas, y encerrarte después de por vida en un celda mucho mas digna que la de Navalny (no somos como tú), para que cada día veas por televisión cómo Rusia cambia, te olvida, se occidentaliza, se incorpora al mundo libre, desecha tu legado y le pone el nombre de Alexéi Navalny a sus principales avenidas. A esa sociedad le hará falta una etapa de protectorado como la que Alemania y Japón tuvieron tras la Segunda Guerra Mundial. Hay que desnazificar Rusia y eso implica desputinizarla. En treinta o cuarenta años, tras una transición política y un milagro económico, la percepción de tu régimen por los rusos debe ser como la que tienen hoy del nacionalsocialismo los alemanes. ¿La historia la escriben los vencedores? Pues venzamos, ¡venzamos! Debemos redoblar esfuerzos para que Ucrania te derrote, para que no agredas a ningún otro país, para que tu propia sociedad deje de soportar tus mentiras y tu represión, y comience la ansiada primavera rusa, la revolución de colores que debimos apoyar hace décadas. Con infinito desprecio, adiós, asesino.

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