Opinión

Dejen a los riders trabajar

Este gobierno insidioso y entrometido, condicionado por su socio minoritario y en particular por sus dirigentes comunistas, y sujeto al poder de las organizaciones sindicales, está cometiendo un error gravísimo al forzar la contratación de los repartidores a domicilio por las empresas de tecnología digital que les brindan la plataforma para conectar con sus clientes. La aberración es tan gruesa que estamos viendo manifestaciones de los supuestos beneficiarios de la medida para gritar que quieren seguir siendo autónomos y no admiten ser contratados por ninguna empresa. Y mientras tanto, vemos a los capos del sindicalismo español aparecer en los telediarios con su discurso obrerista, propio de las fábricas humeantes de la primera revolución industrial, para decirles con arrogancia y paternalismo que se aguanten, que si quieren seguir ejerciendo tendrán que hacerlo en el marco de empresas convencionales donde ellos, la UGT y Comisiones Obreras (y más adelante también el sindicato de Vox, esa especie JONS resucitada), tengan su nicho de poder.

A los sindicatos lo que les preocupa, y con razón, es perder poder en una sociedad donde cada vez tienen menos cabida. Son entidades obsoletas que se mantienen por la inercia y la política, sacando alrededor de cien millones de euros al año del bolsillo de los contribuyentes. Esos contribuyentes, en su gran mayoría, son también trabajadores pero no se afilian voluntariamente a sindicato alguno. Lo que los sindicatos no consiguen seduciendo a sus potenciales miembros para que se unan y paguen cuota, lo ganan cabildeando en los despachos para que todos paguemos aunque no nos afiliemos. La evolución del marco de relaciones económicas entre las personas, derivada del advenimiento de las nuevas tecnologías, es una amenaza para estos nuevos luditas que desconfían de todo avance, por más que nos haga la vida más cómoda a todos, por más que facilite el trabajo principal o complementario a miles de personas, por más que señale un futuro de mayor autonomía económica y laboral del individuo. Ellos no quieren individuos libres, quieren rebaños pastoreados por el arcaico líder sindical de antaño, sin comprender que sus arengas a los “compañeros del metal”, sus jerseys de lana y su puño en alto ya no sirven, no nos representan y son un estorbo. Los sindicatos son hoy parte del problema, parte de las barreras de entrada a la actividad económica. Sus políticas empobrecen a los trabajadores o los condenan al paro.

En España tenemos más paro que nadie en Europa, y los analistas y tertulianos ofrecen las más inverosímiles explicaciones de este síntoma pero evitan señalar el tumor. Tenemos una de las productividades más bajas y un paupérrimo desempeño en materia de pymes y autónomos. Las dos cosas se deben a que nuestro mercado de trabajo está completamente estrangulado por los sindicatos. Durante décadas, los sindicatos y la izquierda política han torpedeado a la pyme. No quieren pymes, quieren grandes empresas porque es más fácil ordeñarlas con una de las tributaciones más altas de Europa, y porque es más sencillo injerirse en su control y arrancarles liberados sindicales y otras prerrogativas. Y, por supuesto, no quieren autónomos. Eso de que el trabajador sea libre de cualquier empresa, y sea de hecho su propia empresa, les pone los pelos de punta. ¿Qué pintan entonces ellos, si el trabajador ya no les necesita? En España vamos muy rezagados. Las grandes empresas más punteras están reorganizando los recursos humanos como mallas de unidades de valor mucho más pequeñas, autónomas y conectadas horizontalmente. Los sindicatos no quieren eso, ellos quieren el ordeno y mando de las macroempresas únicas, fuertemente jerarquizadas, porque saben que en una red de cien empresas más pequeñas ellos no tendrán cabida, ni falta que hace.

Los riders son pioneros. Son microempresas individuales o, dicho de otra manera, son trabajadores libres. Muchos de ellos son jóvenes que echan unas horas el fin de semana para sacarse un ingreso adicional. Otros se han organizado para dedicarse plenamente. El marco era de libertad plena, asistida por las plataformas que ponen en contacto al rider con el cliente y establecen una serie de garantías para ambos, un sistema de evaluación y una pasarela de cobros, reteniendo una retribución por el servicio. ¿Cómo puede alguien pensar que una plataforma así, una mera app para el móvil, es en realidad una empresa de transportes, y que los riders son en realidad falsos autónomos explotados por quienes gestionan esa app? De verdad, ¿en qué cabeza cabe? Por esa regla de tres, los taxistas serían falsos autónomos del ayuntamiento, que les explota y debería contratarlos. Uy, no, perdón, más vale no dar ideas… Lo que estamos viendo y viviendo son los últimos estertores de esa bestia moribunda que es el sindicalismo tal como lo hemos conocido hasta hoy, y más en España. Pero el progreso no se detiene. El futuro del trabajo es un futuro de micropymes y de trabajadores libres, conectados entre sí y con sus clientes. La revolución digital impulsa ese futuro con una fuerza que vencerá todas las resistencias de los dinosaurios sindicales. Podrán hoy, confabulados con un gobierno inepto y cavernícola, perjudicar a cuatro empresas pioneras y a los trabajadores que se ganan la vida honradamente repartiendo cosas. Pero no van a poder ponerle puertas al campo por mucho más tiempo. El tsunami los arrasará. Deberían reconsiderar esta locura y dejar a los riders en paz, dejarles trabajar.

Te puede interesar