Opinión

La derecha insurrecta

Han pasado casi veinte años desde el famoso “pásalo”. La oposición indignada con el gobierno de Aznar convocó de manera informal manifestaciones “espontáneas” de acoso a las sedes del PP. Han pasado casi doce años desde el también famoso “rodea el Congreso”. Desde la semana pasada asistimos nuevamente a protestas “espontáneas” en las sedes de otro partido, el PSOE, igualmente convocadas de manera informal por la oposición indignada, y el martes por primera vez fue la derecha quien intentó sin éxito llegar al Congreso. Fue intolerable lo de entonces y es intolerable lo de ahora. Escribo estas líneas el miércoles y la situación es tan volátil que quizá todo haya cambiado cuando lleguen al lector el viernes, pero llama poderosamente la atención que la única política del PP suficientemente clara y contundente en su condena de lo sucedido haya sido Isabel Díaz Ayuso, quien incluso ha dicho que le gustaría ver detenidos y juzgados a quienes protagonizaron los incidentes del martes. No puedo adivinar si en los próximos días esto va a ir a más o a menos, pero lo ya sucedido es tan grave como para calificarlo de insurrección. En los países donde persiste el tipo delictivo de sedición, las palabras de Santiago Abascal en su rueda de prensa del martes ya le habrían acarreado una imputación por ese delito, así que tal vez deba dar gracias, paradójicamente, de que se haya eliminado en nuestro ordenamiento. Es absolutamente reprobable que un dirigente político, el del tercer partido del país, llame a los policías a desobedecer las órdenes “ilegales” que reciban, trasladando a esos funcionarios la responsabilidad de discernir cuándo lo son y asumir el riesgo laboral de incumplirlas. Es gravísimo, también, que ese mismo líder y varios de sus principales parlamentarios en las Cortes y en Estrasburgo, cargos autonómicos de primer nivel y miembros de la dirección acudan a esas protestas. ¿Alguien se imagina al líder de la CDU alemana manifestándose a las puertas del SPD mientras sus seguidores corean graves insultos al canciller Scholz y piden que vaya a la cárcel? ¿Alguien se imagina a Sánchez a las puertas de Génova o a Feijóo en Ferraz? Este disparate no sólo debe concluir: Vox debe recibir el reproche social, político y posiblemente penal que le quepa.

Lo sucedido en España no es excepcional ni estrictamente doméstico. Se inscribe en una tendencia europea y global que he tratado de explicar en mi libro “La décima cruzada”. Estamos ante un nuevo tipo de derecha radicalizada que se está desligando del conservadurismo y busca aliarse o fusionarse con movimientos situados fuera de las lindes de lo que los politólogos llaman “democracia liberal”. Tienen todavía un pie en el sistema democrático, pero el otro ya está fuera. La involución de Vox, muy acusada desde esta primavera, cumple el manual de populismo del marxista Ernesto Laclau, actualizado hoy en clave derechista bajo la sombra de ideólogos tan peligrosos como los “post-liberales” Adrian Vermeule y Russell Reno, para no hablar del delirante Aleksandr Dugin. Eso en lo estrictamente ideológico-político. Después, la guía de acción la pone Steve Bannon, el gurú electoral de Donald Trump y el recaudador por antonomasia entre los sectores más ultras y teocráticos de los Estados Unidos, de América Latina y de Europa, estrechamente conectado con Rusia. El resultado es una derecha insurrecta que ha desechado los valores burgueses de alternancia en el poder, respeto al oponente, debate civilizado, cortesía básica, etcétera. Los que asaltaron el Capitolio en 2021, los que tomaron los tres poderes del Estado brasileño en enero, los que bloquearon durante semanas Ottawa, los que ya están preparando el terreno por si no gana Milei, siguen la misma hoja de ruta que parecen tener en Bambú. Eso no es conservadurismo, conservadores fueron Thatcher o Reagan, no estos bárbaros. Durante los últimos años, desde que Abascal se empezó a deshacer de los conservadores y puso a Buxadé al frente, el partido y su sindicato están infestados de cuadros como Jordi de la Fuente, ex Movimiento Social Republicano, y de militantes que proceden de esa y otras formaciones de la extrema derecha extraparlamentaria: Acción Nacional, el ya disuelto Bastión Frontal (escindido del nacionalsocialista Hogar Social Madrid), Democracia Nacional, las distintas Falanges, etcétera. En las protestas del lunes y martes hubo dirigentes de esas entidades, algunos condenados por el asalto violento a la librería catalana Blanquerna en Madrid. ¿Se aprovecharon de la situación, de forma descoordinada con Vox? Puede ser, pero me cuesta creerlo habida cuenta de las conexiones ya innumerables entre ese partido y el submundo ultra. Todo el mundo está en su derecho de protestar por la amnistía si no le agrada, pero esto no es admisible. A mí me revienta que haya comunistas en el gobierno, y que adopten políticas liberticidas, pero esto no. Esto jamás. Con nacionalsocialistas, fascistas y falangistas, en palabras de Díaz Ayuso, “ni a la vuelta de la esquina”. El PP debe reconsiderar seriamente cualquier alianza con esta gente.

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