Opinión

El regalo de Milei

El domingo, el presidente de la República Argentina vino a España en visita privada para hablar en un acto de la ultraderecha europea organizado por Vox, en el que participaron personajes tan deleznables como Viktor Orbán y Marine Le Pen. Ya de por sí, esa acción se salió del marco normal de un jefe de Estado. Además, se desvió en varias ocasiones de su discurso sobre la economía, que comparto en general, para dar rienda suelta a su síndrome de Tourette político. El problema de Milei no es, en general, lo que dice sino cómo lo dice y dónde lo dice. Su intervención sobre la economía argentina y sobre la importancia del capitalismo de libre mercado fue impecable, como sucedió unos meses antes en el foro de Davos. Todos los libertarios y los liberales clásicos apoyamos su programa económico, sus propuestas de dolarización, desregulación, libertad empresarial y comercial y bajada de impuestos. Hasta ahí, bien. Pero cuando se sale de eso, es para echarse a temblar. El problema es cómo y dónde traslada su mensaje. El cómo es sencillamente vomitivo: una buena tesis económica se ve jalonada de injurias deplorables a sus oponentes e incluso a cualquier neutral, de insultos sucios y barriobajeros y de malas palabras impropias de la dignidad de su cargo (¿nadie le ha dicho que ya no está en campaña?), y de un tono tabernario que exuda una agresividad incompatible con la política pero compatible, eso sí, con la instigación de la violencia física. Se queda a pocos milímetros de hacer un llamamiento a empuñar las armas y a tomar edificios. Es la misma táctica de Donald Trump: incendiar y luego esconderse cuando sus partidarios asaltan parlamentos o quieren ahorcar al vicepresidente.

El regalo de Milei (Autor Bea)
El regalo de Milei (Autor Bea)

Y luego está el dónde, y con quiénes. Sus alianzas domésticas son más que cuestionables: se ha asociado, para llegar al poder, con nostálgicos de las juntas militares como su número dos, Victoria Villarruel. Y, sobre todo, se ha aliado internacionalmente con la nueva derecha radicalizada, remedo y actualización del fascismo de hace un siglo. No se llega a la presidencia de un país tan poblado y extenso con unos pocos millones de dólares. Hace falta muchísimo más, en dinero y en asesoramiento fino. Milei se ha dejado querer y apoyar por Eduardo Bolsonaro, el hijo ultra-evangélico del ex presidente brasileño, hombre a su vez de Steve Bannon y Donald Trump en Sudamérica y amigo muy cercano de Santiago Abascal. No tengo, obviamente, pruebas pero sí la convicción profunda de que la meteórica carrera política de este antipolítico ha sido fuertemente engrasada, dopada, con apoyo exterior, siempre bajo la atenta mirada rusa. Quizá ni siquiera él, que dice apoyar a Ucrania y se abraza con Zelenski, comprenda cabalmente que todo ese movimiento global en el que se ha insertado sirve a los intereses geopolíticos de Vladimir Putin. Existen en el mundo pequeños partidos libertarios, más de treinta en varios continentes, así como numerosos think tanks y organizaciones, pero él ha optado desde el principio (desde hace ya unos cuatro años) por despreciarlos a todos y sumarse al movimiento MAGA de Donald Trump, a la Alt-Right internacional, al “post-fascismo” de Giorgia Meloni, a la “democracia iliberal” de Viktor Orbán, al hiperpatriotismo delirante y socialistoide de Marine Le Pen. Él, que se dice antisindicalista, se ha unido a esa internacional de partidos muy obreristas, todos con sindicato propio, incluyendo a Vox. ¿Con qué derecho sigue, entonces, haciéndose llamar libertario o capitalista? Ha ensuciado esas etiquetas utilizándolas espuriamente. Libertarismo no es sólo dolarizar, desregular y bajar impuestos: es también sacar al Estado de la cultura y de la generación o inducción de valores concretos en las sociedades. Pero esa ingeniería social es exactamente lo que buscan por encima de todos estos nuevos cruzados con los que Milei se asocia, y es lo que hacen cuando llegan al poder, utilizando para ello toda la maquinaria del Estado, sus leyes y sus fuerzas de seguridad.

Además, Milei se ha dejado utilizar por Vox para hacer una vez más lo que mejor hace Vox: darle balas a Pedro Sánchez. Cajas y cajas de munición envió Milei a La Moncloa el domingo al hacerse acreedor de una llamada a consultas de nuestra embajadora en Buenos Aires. El PSOE, encantado: así puede presentarse como víctima de la ultraderecha y seguir su camino de hibridación con la ultraizquierda. Así puede, ya en campaña europea, polarizar el voto en un “conmigo o contra mí” que busca minimizar cualquier opción que no sea Vox versus PSOE. Le funcionó a Sánchez esa estrategia en Cataluña, y ahora, por culpa de Milei, puede funcionarle en toda España. ¿Alguien se imagina al jefe del Estado español, en visita privada en Buenos Aires, despotricando en un mitin peronista contra la mujer de Milei? (bueno, en este caso sería contra su hermana Karina o contra alguno de sus perros, clones del llorado Conan). Qué inmenso regalo le ha hecho Milei a Abascal pero, sobre todo, a Sánchez. Si los socialistas fueran sinceros, le pondrían en Ferraz un retrato con el rótulo “tonto útil del año”.

Te puede interesar