Opinión

España suspende en libertad económica

Un año más, España suspende en el reconocido Índice de Libertad Económica, publicado en Washington esta semana por la Heritage Foundation y el Wall Street Journal. Aunque por poco, nuestro no país no alcanza siquiera la etiqueta de "economía eminentemente libre" y debe conformarse con la de "moderadamente libre". El gran triunfador de 2021 es la pequeña República de Singapur, un próspero archipiélago con menos de seis millones de habitantes, situado al sur de la península de Malaca.

Singapur, que ya estaba muy arriba en la tabla anual de libertad económica, pasa este año a encabezarla. Esto no se debe sólo a la caída fulminante de Hong Kong, sino también al avance constante del propio Singapur, que se cifra en tres décimas. Hong Kong ya no se puede clasificar por separado al haberse constatado la anexión normativa del territorio a la China continental, por lo que pasa a compartir su deplorable puesto 107 en el ranking anual. 

El índice es exigente. Sólo los cinco primeros países se consideran economías realmente libres al superar ochenta puntos sobre cien. A dos pasos de esa frontera se encuentra la China libre, Taiwán, mientras la China comunista sigue por debajo del puesto cien del índice. Esto debería provocar un cuestionamiento generalizado de la generosidad con la que los países occidentales han tratado comercialmente al régimen comunista.

Es muy significativo que los únicos cinco países económicamente libres sean relativamente pequeños en población, lo que confirma la preferencia libertaria por unidades de gobernanza tan reducidas como sea posible. Más aún, los dos más grandes de esos cinco (Australia y Suiza) son países organizados con una fortísima desconcentración federalista del poder político, como corresponde a las sociedades realmente libres frente al modelo unitarista en el que el centro político impone su voluntad a la población de todos sus distritos o provincias.

También conviene señalar que los cinco son hoy regímenes parlamentarios de gobernanza política pluralista y deliberativa, incluyendo a Singapur, donde ya hay más de veinte escaños en manos de las fuerzas opositorias e independientes, frente a la tradicional hegemonía del conservador Partido de Acción Popular que fundara el conocido primer ministro Lee Kuan Yew, el mandatario que estuvo tres décadas al frente del Ejecutivo. 

Mientras los Estados hiperintervencionistas del Viejo Continente están decididos a acabar con el dinero en efectivo, y ponen cada vez más restricciones a la privacidad financiera, Singapur la defiende y su banco central emite el billete de más alta denominación del mundo.

En Europa podemos extraer dos conclusiones. Por un lado, todos los países que llegan al top ten son también países de reducida población, salvo el Reino Unido. Por otro lado, la impronta del sistema de gobernanza política y económica de inspiración británica es evidente en el pelotón de cabeza. Otra conclusión, que tal vez disguste a algunos, es que de los diez primeros países, siete son de extracción europea protestante, dos de raíz china (Singapur y Taiwán) y sólo uno de cultura católica, Irlanda. 

Y, ¿qué decir de España? Pues estamos dos categorías enteras por debajo del quinteto líder, y veinte puntos por debajo de Singapur, pese a subir este año tres puntos. Sólo superamos, de todo nuestro entorno político europeo, a tres países particularmente intervencionistas (Francia, Italia, Grecia) y las dos preocupantes democracias "iliberales" (Hungría y Polonia). Los nacionalpopulistas, que tanto presumen de impulsar la libertad económica, deberían rectificar en su elevación de estos dos últimos Estados a los altares de su paradigma ideal, porque Polonia está dos puestos por debajo de nosotros, y superamos nada menos que en dieciséis posiciones a la Hungría de Viktor Orbán, un país en fortísima involución democrática. En todo caso, España tiene aún mucho camino por recorrer para alcanzar la libertad económica.

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