Opinión

Estados Unidos: un panorama electoral desolador

El panorama electoral de los Estados Unidos de América, tras la renuncia de la candidata republicana normal, la diplomática Nikki Haley, es desolador. No hay opción buena. Por el lado demócrata se presenta a la reelección un zombi, un presidente que quizá ni siquiera logre llegar con vida a la elección del 5 de noviembre. Para los demócratas, la peor pesadilla es que muera antes o quede incapacitado de forma aún más evidente y no sirva ya para el servicio final que le piden: entroncar con una presidencia de Kamala Harris que se iniciará cuando Biden dimita por incapacidad poco después de su reelección. De esa manera pondrán toda la carne en el asador para lograr la reelección de la primera mujer presidenta y habrán encadenado al menos doce años en la Casa Blanca. Pero el evidente giro a la izquierda del Partido Demócrata es un desastre para los Estados Unidos y para el mundo, con una élite escorada hacia las posiciones de Ocasio-Cortez y otros líderes cuasi-marxistas.

En el lado independiente, no hay nadie. No hay un Ross Perot con dinero y presencia mediática que pudiera hacer sombra a los dos grandes. Sólo está el friki conspiranoico de Robert Kennedy, cuyo único mérito es el apellido y lo pierde tan pronto comienza a hablar, porque no para de soltar majaderías en una extraña clave que podríamos llamar “rojipardismo a la americana”, que combina elementos muy de izquierda con otros muy de derecha pero siempre en posiciones iliberales. Se deja querer por los entornos más lunáticos de los medios alternativos y busca alguna forma de estar en las papeletas electorales de los cincuenta estados.

En el lado libertario, el partido fundado en 1971 por David Nolan vive sus horas más bajas. Perderá casi con toda seguridad la capacidad de estar presente en todos los estados, que era un factor distintivo y prestigioso. Ha perdido filiales en algunos estados y se ha ido gran parte de la militancia y de los donantes. Las grandes luminarias del libertarismo intelectual, como la revista Reason, la organización estudiantil SFL o el “think tank” Cato Institute, no apoyan a la terrible dirección actual encabezada por Angela McArdle. Esa dirección es producto del hackeo del Partido Libertario por una corriente interna que se sitúa en la deriva hoppeana del libertarismo, desde donde traza evidentes nexos con sectores ultraconservadores. Nada queda de aquellos años en que, con candidatos como Gary Johnson, el Partido Libertario tenía millones de votos y parecía encaminado a constituir una tercera fuerza política realmente efectiva, además de representar el libertarismo auténtico, de honda raíz liberal. En la convención que se celebrará a finales de mayo puede pasar cualquier cosa, incluso que los libertarios normales retomen poder y el candidato escogido sea alguien pasable, como Chase Oliver. Pero es improbable ya que la operación de captura y neutralización del Partido Libertario sigue contando con el apoyo necesario de sus poderosos patrocinadores. 

Y por último queda... Trump. Y produce escalofríos. Una vez retirada Nikki Haley, tiene el camino expedito este otro vejestorio que también empieza a tener numerosas lagunas mentales evidentes, y que está imputado noventa y una veces en los tribunales. Reagan y Bush padre se estarán revolviendo en sus tumbas al ver cómo Donald Trump ha convertido el Grand Old Party en un movimiento populista y, literalmente, sectario. El mesías de esta psicosecta ya no tendrá los mínimos frenos y reparos de su anterior mandato. Votarle en 2024 es votar a un caballo desbocado y entregar el país -y a sus aliados-, a los enemigos del bloque comercial e ideológico occidental, heredero de la Ilustración y de las revoluciones americana y francesa y construido en torno a los valores burgueses que erigieron el mundo moderno. Es cancelar la Libertad con mayúsculas. Es deshacer la evolución cultural de Occidente desde 1945. Es entronizar al principal patrocinador y beneficiario de esa larga operación, Vladimir Putin, e incluso hundir la OTAN. Es condenar a los ucranianos. Es dar por válido el conato de insurrección del 6 de enero de 2021. Es patrocinar a Le Pen para que conquiste el Elíseo en 2027. Es empujar a Europa en brazos del zar y dejarnos indefensos de golpe. Es forzar un realineamiento político e ideológico en el que los amantes del marco liberal-democrático occidental de gobernanza tienen todas las de perder.

Trump representa la probabilidad cierta de una grave disrupción del debido proceso jurídico-constitucional estándar para dotar a la presidencia de poderes superiores. Trump significa creacionismo, moralismo y debilitamiento de la neutralidad religiosa institucional, e inducción de pasos atrás en la equiparación social de mujeres y hombres, o en la de las minorías de toda índole -religiosas, sexuales y otras- con la mayoría. Trump encarna el avance de quienes buscan establecer un régimen teocrático, como el peligrosísimo Nick Fuentes, amigo de Trump, adorador de Hitler y enamorado de Putin. Trump es una amenaza global muy seria e inminente. Sí, el panorama es total y absolutamente desolador.

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