Opinión

Luces y sombras de Milei

Javier Milei ya es el presidente electo de Argentina, uno de los principales países de América Latina. Tomará posesión con un programa eminentemente económico, en un país al borde de la ruina. Son la inflación insoportable, la destrucción de la moneda oficial reemplazada ya por el dólar en la actividad cotidiana, los impuestos abusivos y la regulación estranguladora en todos los ámbitos de la economía, los factores que han llevado a los argentinos a votar masivamente contra el peronismo. Más de tres millones de votos y una decena de puntos porcentuales hacen del triunfo de Milei un “no” tajante, drástico, al camino de socialismo justicialista emprendido por Argentina desde mediados del siglo pasado. Argentina es un país tan peronista en su mentalidad que hasta la oposición radical llegó a imprimirse de ese modo de ser y pensar: un colectivismo que idealizó al Estado como ente paternal y justiciero. Cuando las cosas iban bien, era porque el Estado estaba correctamente gobernado, y cuando iban mal (es decir, casi siempre), todo se debía a una mala gestión del Estado por parte de políticos ineficaces o deshonestos. Todo giraba en torno al Estado, para bien o para mal. Ahora los argentinos han votado, por vez primera, contra el Estado. El programa económico de Milei es claramente un compromiso de fuerte reducción del Estado y de su injerencia en la actividad productiva, en las relaciones laborales, en el comercio y la empresa, y hasta en la emisión monetaria. Hasta ahí todo perfecto desde una perspectiva liberal libertaria no argentina, como la mía. Personalmente, puedo firmar el programa económico de Milei al cien por ciento y deseo que logre sus objetivos y que lo haga deprisa, antes de que los efectos secundarios ayuden a sus opositores a organizarse e incendiarle las calles.

La dolarización es una buena idea porque en otros países ha funcionado, incluidos cuatro de América Latina donde la moneda es el dólar: Panamá (desde siempre), Puerto Rico (estado asociado a los Estados Unidos), Ecuador (desde hace un par de décadas) y El Salvador (oficialización reciente, junto al bitcoin). Argentina es un país mucho más grande y poblado, y con una economía mucho mayor, pero puede perfectamente asumir una moneda externa mejor que la propia y, sobre todo, ajena a la gestión monetaria por parte de políticos y funcionarios locales. No es lo ideal, que sería el oro, pero se aproxima bastante a ello en el mundo real de hoy. Si un país tan importante dolariza, uniéndose a los más de cuarenta que ya emplean un moneda extranjera renunciando a manipular desde sus bancos oficiales el dinero que los ciudadanos tienen en el bolsillo, será sin duda un buen ejemplo para otros, porque los efectos positivos para la estabilización económica y el fin de la hiperinflación serán evidentes. El resto del programa económico del nuevo presidente es esperanzador, pese a que en la última semana de campaña hizo un canto a los servicios públicos de sanidad y educación que constituye una mancha en su compromiso con la libertad económica. Es importante abrir Argentina al mundo fluidificando el comercio, para lo que es necesario un fuerte desarme arancelario unilateral. Los impuestos altos son en parte culpables del estancamiento actual y deben recortarse drásticamente. Ojalá Milei emprenda de inmediato estas políticas.

Hasta ahí las luces que podemos esperar de Milei. ¿Cuáles son las sombras? En primer lugar, es exigible, cien por cien exigible, que Milei abandone de inmediato el tono de confrontación extrema, los modales tabernarios, el comportamiento histérico y el griterío que, sin duda, le han servido en la etapa opositora pero serían inaceptables si continuaran una vez convertido en el inquilino de la Casa Rosada. Los modos y maneras del Milei candidato, ciertamente repulsivos, deben desaparecer en el Milei presidente. En segundo lugar, debe sujetar a sus aliados nacionales. Milei apenas tiene partido propio e infraestructura. Deberá construirlos desde el poder y sofocar la influencia que sobre su movimiento tienen sectores nostálgicos de las juntas militares y extremistas religiosos. Ahora le van a querer pasar la factura de su apoyo, y Milei debe ser firme y no pagar chantajes a la ultraderecha argentina. Y en tercer lugar, lo que más afecta al resto del mundo: Milei debe deshacerse públicamente de las alianzas espurias que desde la oposición trazó con gente tan peligrosa como Steve Bannon, Eduardo Bolsonaro, Tucker Carlson o la extrema derecha europea, desde Orbán y Meloni hasta Vox. Ahora que es presidente, esos apoyos son un lastre que debe soltar cuanto antes para inscribirse en la normalidad de la derecha democrática. No puede ceder ante las voces que querrán imponerle una agenda nacionalista y moralista. Si lo hace, por favor que cambie de etiqueta porque eso no es liberalismo ni libertarismo. En definitiva, ojalá Milei sea como presidente un gran ministro de Economía que lleve a cabo su programa, y ojalá no toque nada más. Y ojalá no le pase nada, porque ver a Victoria Villarruel de presidenta sería un puro escalofrío.

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