Opinión

Meter en vereda a Corea del Norte

No sólo han terminado las vacaciones para el régimen oligárquico de Vladimir Putin o para la teocracia iraní. Los Estados Unidos no paran de decir, a cualquiera que les escuche, que han vuelto. Washington está de regreso tras los cuatro años de irresponsable dejación de su rol geopolítico por parte de un presidente, Donald Trump, que ha desunido a Occidente y ha fortalecido a todos sus enemigos. Son comprensibles los aspavientos y las caras de fastidio, comparables a las de un grupo de niños revoltosos durante una prolongada ausencia de los adultos. Pero se acabó la fiesta. 

El régimen forajido de Corea del Norte es un paria internacional gobernado por un clan de sátrapas que resultarían ridículos en su histrionismo si no fuera por el dolor inmenso que causan a la población. El país-secta ha vuelto a permitirse este mes de marzo amenazar a Washington y, en realidad, a todos nosotros, a todo el mundo occidental. El nuevo gobierno llevaba desde su toma de posesión tratando de comunicarse con Pyongyang, pero los lacayos siempre respondían que el señorito Jong-un no estaba disponible. A mediados del mes pasado se reunieron en Tokyo los ministros de Exteriores y Defensa estadounidenses con sus colegas japoneses, y acordaron retomar la agenda de desnuclearización de Corea del Norte, un país pobre como las ratas pero con una cierta capacidad nuclear bélica, que constituye un peligro insoportable para Japón, Corea del Sur, Taiwán y los demás socios occidentales en Extremo Oriente. Y un peligro, además, que terminará por alcanzar al territorio estadounidense y australiano.

Ya está bien. Ya basta. Ha llegado el momento de ponerse muy firmes con los Kim y tomar las medidas de todo tipo que resulten necesarias para acabar con esta amenaza tan absurda como intolerable. Esta vez ha sido la hermanísima del tirano, Kim Yo-jong, quien ha tenido la desfachatez de decirle a Biden que "si quiere dormir en paz durante los próximos cuatro años debe abstenerse de montar un lío en sus primeros pasos". Ha vuelto a la carga esta semana acusando a Corea del Sur de ser "un loro criado por los Estados Unidos". Corea del Sur es uno de los países más exitosos del planeta, y Corea del Norte es un desastre económico y social. La insolencia de los Kim no tiene límites, y la probable heredera de su hermano Jong-un -aparentemente enfermo grave-, no deja de hacer méritos para demostrar que la igualdad de hombres y mujeres también ha llegado al sector de los supervillanos de cómic. Ahora ya es casi siempre Yo-jong quien sale a la palestra para decir cada vez una barbaridad mayor que la anterior. La culpa reciente de que los Kim estén tan crecidos es de Trump, pero todas las administraciones anteriores y todo Occidente, empezando por una timorata Corea del Sur (sobre todo con el pusilánime socialdemócrata Moon Jae-in en la Casa Azul), han tenido mucha culpa de que estemos como estamos. Hemos aceptado una y otra vez el chantaje nuclear, alimentando el problema a cambio de aplazarlo. La bola de nieve ya es enorme, y la nieve se disuelve calentándola. A lo mejor es el momento de calentar las relaciones con Pyongyang y humillar de una vez la vanidad de los Kim. Es necesario adoptar medidas de embargo realmente efectivas, y exigir  a los dos vecinos que apadrinan el régimen, Rusia y China, la colaboración sin fisuras en ese empeño, condicionando el comercio con estos países a esa colaboración. O Blinken sitúa el problema norcoreano en lo alto de la lista de prioridades geopolíticas, o cualquier día se encontrará un misil vacío con la foto de Kim en una playa de California.

Al final, quien está detrás de Corea del Norte es sobre todo China, país al que le va bien que exista un régimen comunista aún más feroz y delirante que el suyo. Los Kim, ya desde el abuelo Il-sung, son perros de presa que Beijing amenaza con soltar cuando le conviene tensionar las cosas con el mundo libre. Si el chantaje ruso es eminentemente energético, aunque en segundo lugar sea militar, el chino es comercial y después, también, bélico. El nuevo tensionamiento norcoreano, expresado por la impasible Kim Yo-Jong, no es sólo de inspiración doméstica. China no da puntadas sin hilo. Cuando todo el poderío naval de los Estados Unidos se ha tenido que dirigir de nuevo a la zona de las islas Spratly para poner coto al expansionismo de Xi Jinping, y cuando la escalada de incursiones chinas en Taiwán no hace más que aumentar, no es posible desconectar estos hechos del nuevo exabrupto norcoreano.

Es muy posible que las medidas de embargo no sean suficientemente efectivas, y que sea entonces necesario recurrir a medidas de fuerza antes de que las adopte el país-secta de los Kim. Todos recordamos el terrible espectáculo de la banda musical oficialista Moranbong, que en uno de sus vídeos simula con orgullo la explosión de la Tierra por un misil norcoreano. Hasta ese nivel llega la demencia colectiva inducida por la que probablemente sea la peor dictadura del planeta. Se han perdido cuatro años y fue infame la foto de Trump con Kim en Panmunjom. Ahora urge meter en vereda a Corea del Norte.

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