Opinión

Ni piedras ni balas

Esta campaña electoral madrileña es, con toda probabilidad, un anticipo de lo que vamos a vivir en la política española durante los próximos meses y años. Y no es de recibo. Los ciudadanos debemos plantarnos y decir basta. Ni se puede permitir que se apedree a unos políticos ni que se amenace de muerte a otros. Esto está pasando porque los políticos convencionales han abandonado su función principalísima, superior incluso al cumplimiento de sus respectivos programas, que es la defensa del sistema democrático en sí. Y han cometido esa renuncia porque su cultura democrática deja mucho que desear. En Italia se pasaron décadas de “pentapartito”, una alianza de izquierda, derecha y centro para que no tocara poder el comunismo. En Francia Marine Le Pen o su padre habrían llegado al Elíseo si no se hubieran aliado sistemáticamente todos los demócratas para impedírselo a cualquier precio, incluso regalándose los votos unos a otros en la segunda vuelta para que ganara un demócrata, el que fuera. En Alemania, cuando a un político democristiano se le pasó por la cabeza formar gobierno con Alternative für Deutschland, se le cortó de raíz esa ocurrencia con una llamada al orden de la mismísima canciller Merkel. Aquí, en cambio, somos el segundo país europeo en tener a la extrema izquierda en el gobierno central, después de Grecia, y vamos a ser el primero en tener a la extrema derecha en el gobierno de una región importante. Y de ahí, podrán pasar a La Moncloa, primero acompañados por el PP, después solos cuando lo canibalicen. Y entonces, ¿qué? ¿Seremos como Hungría? ¿Cómo Polonia? ¿O tendremos incluso nuestro propio incendio del Reichtsag? Porque en esas anda toda Europa una vez más. Pero en Europa se le pone trabas a la involución, y aquí en cambio todo vale.

La culpa de que Podemos esté ya en el poder y de que Vox pueda estarlo pronto no es ni de Podemos ni de Vox. Es del PP y del PSOE que han jugado a la estrategia temeraria, desleal y a la postre suicida de apoyar cada uno al extremista del campo contrario. El rédito inmediato que esa estrategia les pueda haber deparado es irrelevante en comparación con su posterior padecimiento. Ahora se ven en la tesitura de aceptar lo inaceptable, gobernar maniatados y condicionados por los dos partidos populistas, o, de lo contrario, quedarse en la oposición. La salida sensata es la alemana, la de las grandes coaliciones cuando no queda otra opción. El PSOE siempre debería considerarse más próximo al PP que a Podemos, y el PP nunca debería percibirse más cercano a Vox que al PSOE. Y ayudaría mucho que el pluralismo político español abarcara, como en Europa, menos formaciones extremistas y más partidos razonables. Pase lo que pase el martes, si formar gobierno depende del chantaje de la extrema izquierda o del de la extrema derecha, Isabel Díaz Ayuso y Ángel Gabilondo deberían tener la altura de miras y el respeto a la ciudadanía de regalarse esa misma noche y sin condiciones los votos necesarios para la investidura y para los presupuestos de esta breve legislatura de dos años, frustrando así las pretensiones de quienes nos quieren llevar de vuelta a 1936. O, mejor aún, deberían comparecer juntos y anunciar una gran coalición de los civilizados para frenar en seco a los totalitarios. Pero eso en España es política-ficción porque lo impide la extraordinaria visceralidad frentista de unos y otros.

A las bases de la extrema izquierda y de la extrema derecha ya sólo les falta convocarse por las redes sociales para liarse a palos, montando batallas campales como las de los hooligans del fútbol. Han pasado ciento dos años desde que Goya pintó su famoso “duelo a garrotazos” pero parece que todo sigue igual en España. El socialpopulismo de la izquierda radical y el nacionalpopulismo de la derecha radical son dos gañanes incultos que, con los ojos inyectados de sangre y la ira nublándoles la vista, se golpean hasta la extenuación mientras les inmoviliza la tierra. Y son lo peor de esa tierra, lo peor de España, lo más bajo y abyecto, lo más ruin, lo que causa a la postre más dolor a todos. Como libertario deseo que Gloria Rodríguez obtenga este martes un escaño en la cámara madrileña, porque se necesita más que nunca que las ideas de la libertad económica y moral se escuchen en las instituciones. Pero, por encima de todo, deseo que en esta hora tan difícil de España y de Europa se recupere el sentido común y se alcance un gran pacto de todas las fuerzas políticas normales para establecer un doble cordón sanitario que impida tanto la revolución bolivariana como la cruzada nacional. Ni un solo balón de oxígeno más a los de las piedras ni a los de las balas. Los que apedrean nos apedrean a todos. Los que amenazan con balas seguramente evocan un golpe militar contra todos. Y no puede ser. Hay límites. Hay líneas irrebasables. Y se han traspasado. Basta.

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