Opinión

No a las políticas fiscales natalistas

En su discurso de investidura, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha anunciado una razonable rebaja fiscal que debe agradecerse a su consejero de Hacienda, Javier Fernández-Lasquetty. Pero ahí acaban las buenas noticias, porque ha anunciado también multitud de medidas intervencionistas que aumentan el gasto público, desde bonos turísticos hasta transporte gratuito, pasando por nuevas infraestructuras que perfectamente podría asumir la iniciativa privada. Pero lo más preocupante, lo que ha hecho saltar todas las alarmas entre los partidarios de la libertad, es su anuncio de una agresiva política natalista. La medida esbozada por Díaz Ayuso no tiene un pase. El gobierno regional piensa gastarse unos doscientos cincuenta millones de euros en encargar churumbeles, porque al parecer nos estamos extinguiendo y tenemos que crecer en población como sea, o dentro de poco los forasteros morenos serán más que los madrileños autóctonos, con su correspondiente pedigrí chulapo y diploma de chotis. La presidenta ha incurrido de lleno en una moda terrible que está empezando a extenderse por Europa, el natalismo. Y su aplicación no puede ser más injusta y arbitraria. Recibirán casi quince mil eurazos, extraídos de los impuestos de los demás, quienes aporten a la causa natalista un nuevo madrileño, pero sólo si son mujeres. Por ejemplo, si la mujer fallece en el parto, el padre no podrá pedir la ayuda. Esta grave discriminación por sexo no es la única barbaridad. Se da la ayuda si el bebé es biológico, pero no si es adoptado, lo que vulnera la equiparación jurídica entre hijos propios y adoptados. Se da únicamente a las madres menores de treinta años, por algún motivo incomprensible, cuando hoy en día la maternidad es mayor a partir de los treinta. Y se da solamente en el caso de que la madre en cuestión lleve diez años empadronada en algún municipio madrileño. ¿Por qué diez? Otro misterio insondable. Parece que hayan hecho los cálculos poniendo listones hasta lograr una cifra de gasto predecidida. Es un despropósito. “Es por las pensiones”, dicen algunos en voz baja poniendo cara de “enterao”. Pero no, esto sería una tirita en la vía de agua del buque de las pensiones. Lo que urge es sustituir el sistema actual “de reparto”, que sólo reparte miseria, por uno de capitalización individualizada.

Pero, con ser grave la desigualdad jurídica que genera la norma, y con ser absurdas sus condiciones, lo realmente grave, muy grave, es la medida en sí. En toda Europa son los partidos nacionalpopulistas, situados entre el espacio del PP y la extrema derecha convencional, quienes impulsan estas medidas. No son medidas propias del espacio democristiano o conservador nucleado en torno al Partido Popular Europeo. Es de prever que esta política le pase factura al PP español en su familia europea. Por supuesto, ni los liberales europeos (grupo parlamentario Renew) ni los socialdemócratas caen tampoco en la estúpida obsesión natalista. El primer ejemplo práctico de gran calado de una medida como esta ha sido el de Hungría. El gobierno magiar, liderado por el primer ministro Viktor Orbán (autodenominado “iliberal”) y por su número dos y ministra de Familia, Katalin Novák, ha ido más lejos aún que Díaz Ayuso. Igual que en Madrid, se discrimina por el sexo del progenitor: las ayudas son sólo para las mujeres. Pero, a diferencia de Madrid, se establece una escala bastante aguda por número de hijos, y las que tengan cuatro o más quedan exentas del IRPF de por vida. Se ve que Hungría tiene mucha prisa por “repoblarse”, debe de estar al borde de la extinción, ¡pobre Hungría! Pero resulta que no. Uno va a Budapest y está llena de gente. No hay apocalipsis demográfica más que en las mentes ideologizadas de Orbán y Novák. El gobierno húngaro es correligionario de Vox, y Vox tiene los pocos escaños que a Díaz Ayuso le faltan para la mayoría absoluta. Pero el gesto es excesivo, desproporcionado, y Vox habría investido a Díaz Ayuso sin necesidad de estos aspavientos, por lo que no queda más remedio que aceptar la incómoda verdad: el PP hace esto porque quiere, no por necesidades del guion.

El PP, que encandiló a los madrileños con el eslogan “socialismo o libertad”, les ofreció lo segundo pero les da ahora lo primero, desde la misma investidura. Porque el natalismo inducido desde el poder es una medida socialista. Es propia, sobre todo, del socialismo de derechas (nacionalpopulismo, fascismo), aunque no han faltado socialistas de izquierdas que la han aplicado, incluyendo dictadores comunistas como el rumano Nicolae Ceausescu. El nacionalpopulismo (Vox en España, Fidesz en Hungría, Le Pen en Francia, etc.) es bastante más socialista de lo que parece a simple vista, en cuestiones como el proteccionismo comercial o el natalismo. Éste último parte de supuestos demográficos erróneos, cuando no de la teoría de la conspiración conocida como Plan Kalergi, según la cual una oscura cábala mundial estaría ejecutando sibilinamente la sustitución de los europeos por etnias “inferiores” para debilitar la raza blanca… ¿Les suena? Sí, suena a la revista Ostara que tanto influyó en el joven Adolf Hitler, y que se dirigía en concreto a los rubios para alertarles de que estaban amenazados de extinción por los morenos. Señora presidenta, la “raza” madrileña no se está extinguiendo. Lo que parece estar extinguiéndose es el liberalismo en el PP.

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