Opinión

Ah, oh

La Dirección General de Tráfico, el Ministerio de Fomento y la Xunta de Galicia acaban de anunciar un plan para que los conductores despistados –los kamikazes no hay dios que los haga entrar en razón- no entren a las autovías en sentido contrario. Oh.

Según María Victoria Gómez Dobarro, coordinadora de la DGT en Galicia; “Siempre que alguien entra en sentido contrario se activan las alarmas internamente y se intenta buscar una mayor seguridad”. Ah.

Ah. Oh ¿Cómo no se les había ocurrido antes, si tanto se les activan las alarmas internas y tanto intentan buscar una mayor seguridad? Les habrá quedado la cabeza fumegando. Uff. En este país del carajo -y de experimentos con humanos-, en donde cualquier iluminado puede mandar cambiar todas las señales de las autovías y autopistas de120 a 110, y luego descambiarlas a los tres meses porque se le pone en los baricentros, resulta que para pintar en el asfalto unas cuantas flechas y unos cuantos ‘No entry’ bien visibles, como en los taxiway de los aeropuertos por ejemplo, andan mareando la perdiz y haciendo ruedas de prensa a tres (bandas de) administraciones.
Radares terrestres, radares aéreos, radares ocultos, radares de tramo, radares furtivos, radares móviles, radares láser, posibles radares y, a buen seguro, radiaciones; pero para lo sensato aún habrá que esperar a que la meteorología sea adecuada antes de implementar las medidas anunciadas. Ah.

Galicia, llena de curvas, nieblas y octogenarios, donde si uno se va fijando en todas las señales de tráfico no tiene tiempo de pestañear; donde, de tantas y tan reflectantes, uno se queda de noche como liebre deslumbrada; donde –como en toda España- te advierten de “boutades” como esta: ‘Fin de tramo de concentración de accidentes’, y donde en los letreros luminosos se hacen traducciones estúpidas de manidas obviedades tales que: ‘Abróchese o cinto de seguridade’, por: ‘Abróchese el cinturón de seguridad’, resulta que a nadie se le había ocurrido colocar unas señales que te avisen, que te adviertan, que se ‘activen’ como dice la señora Gómez, pero no solo internamente si no en rojo carne de asfalto, o rojo menstruación -que al parecer damas y mayores son los más desorientados-, si tratas de entrar en una autopista a contramano. Oh.

Al otro lado de la raia, ahí mismito, justo al pasar el río Miño, en donde no hay carnet por puntos, ni helicópteros in vigilando, ni administraciones a tres bandas, ya hay este tipo de señales. Oh. 
Fáciles de interpretar, visibles, oportunas, baratas, justas y necesarias. Y salvavidas. Yo mismo le hice una fotografía el otro día, cuando fui a comer un bacalhau con batatas a murro regado con vinho verde de la casa, una purrela riquísima –no existe el veneno, sino la dosis-. Luego conduje derechito y sobrio como un juez, fijándome en todo como un lince, y sin el acojone de estar pensando en una receta en centenas, o en una dieta de varios puntos de adelgazamiento en mi carnet.

La señal, amarillo peligro, es gigantesca; pone STOP en letras para invidentes; tiene una mano negra en el centro, en cuya palma hay un disco rojo de dirección prohibida; debajo pone: CONTRAMÃO y encima, en naranja, un luminoso reflectante y unas luces rabiosas que se activan si te acercas. Menos mal que aún nos queda Portugal. Claro que -nos lo advierten en prensa, radio, televisión y demás pasta gansa desperdiciada- Galicia está ‘no bo camiño’. Ah. Oh. 

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