Opinión

Entre bobos anda el magisterio

Explica el profesor, no entiende el alumno, tonto el alumno. Explica de nuevo el profesor, no entiende el alumno, tonto el profesor. Explica por tercera vez el profesor, sigue sin entender el alumno, tontos los dos. Por ahí podrían ir los tiros. Y por ahí anda ‘Narciso’ Antonio Marina, con eso del ‘Libro blanco de Petete’. Me he topado con él en varias tertulias radiofónicas: “Yo”, “Yo” (Por cierto, el juego predilecto en Argentina). 

No habla este señor -por el momento me voy a reservar lo de maestro- de ningún equipo de expertos, y muy poco de ‘sus’ colaboradores. Habla de él: filósofo, escritor, tertuliano, catedrático de instituto. Y conste -“mea culpa”- que no he leído nada de lo mucho que tiene publicado; si hace falta hasta entono el “de profundis”. Pero básteme saber que es conocido como el “filósofo de cabecera de Zapatero” o ver sus poses a lo Carlos Monedero en Internet, para hacerme una (mala) idea de este Sócrates: “Habla, para que te vea”, dicen que decía el gran filósofo, y es que el griego jamás dejó nada por escrito. 

Este de aquí habla también demasiado ‘del ministro’: “le escribí”, “me encargó”, “le prometí”. En las emisoras no le inquieren profesores desencantados, ni alumnos desmotivados, ni padres brutos. Sino locutores engolados, celebrando el ‘Despertad al Diplodocus’ como un libro de consulta. A lo mejor es un fenómeno. Dios lo oiga. Pero uno, ya de sí desconfiado -por gallego- algo sabe de milagros. Más que nada por diablo. Para empezar, hablar de pasta, más aun, hablar de ‘crimen y castigo’ para incentivar el magisterio no presagia nada bueno. En fin, si hay dios, que nos coja alfabetizados. 

La educación, eso sí, compete a todos. Primero -ese mal necesario- a los políticos: no al Opus, ni a las Iglesias –deus vaia tamén con élas- ni al rojerío. En segundo lugar: ¿Quién motiva al motivador?, ¿quién forma a los que han de formar?, ¿quién concede las credenciales a los inspectores que han de vigilar a los vigías? Por lo tanto también a los políticos. Y en tercer lugar a los discípulos: ‘Justin Biebers’ sin voz, y sin concierto. ‘Antes muertas que sensatas’, sin ideas, sin pies y sin cabeza. ‘Ninis’, más por vocación que por la fuerza. 

Y si así son las astillas, tales han de ser los algarrobos. Los padres, me refiero. Basta verlos para suspender a los hijos, como en ‘Juan de Mairena’ decía Antonio Machado. Los “Sálvame’, oh Dios, porque la telebasura me han llegado hasta el alma”, los “Hombres (estultos), mujeres (estultas) y viceversa” tienen también gran delito. Por lo tanto los políticos, que han concedido al mal gusto, licencias a porrillo. 

Y ahora ya sí, queridos profesores: ¿Cuántos estáis ahí por vocación?, ¿cuántos, como Nadal a la red, subís con decisión al encerado?, ¿cuántos os desgañitáis motivando, animando, dando ejemplo?, ¿cuántos recicláis vuestros conocimientos?, ¿cuántos preparáis a fondo vuestras clases?, ¿cuántos, siquiera, habéis leído últimamente un libro? Maestro enséñate a ti mismo.

“¿Cuántos burros sois?”, preguntaba Doña Luz Álvarez Vázquez, mi maestra, a la hora de repartir en la ‘Escuela Nacional de Gomariz’, un pueblecito perdido casi en la frontera lusitana, la grumosa leche en polvo que enviaban los americanos cuando aquello del Plan Marshall. Ella se desesperaba por hacer de aquellos hijos de aldeanos, la mayoría analfabetos, desertores del arado con futuro. De allí salimos pilotos, empresarios, farmacéuticas. “¿Cuántos burros sois?”, inquiría al fin de cada semana, creyendo que su esfuerzo caía en saco roto. “Con usted 15, señora maestra”, le respondió un buen día sin malicia un parvulito… 

Va por ti, mamá, que tanto me enseñaste. Y si es que hay Dios, como tú siempre creíste, tal vez nos podamos reír antes que tarde juntos, recordando aquella época.

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