Opinión

De la "A" a la "Z"

Arrogantes, bastardos, chaqueteros, / descerebrados, estultos, fariseos, / golfos, holgazanes, ignorantes, / jumentos, judas, kamikaces, / lerdos, malparidos, ovejunos, / pintamonas, quinquis, robaperas, / soplagaitas, sabandijas, sanguijuelas, / traidores, urdangarines, vendehúmos, / xentuza, yo-yos, zurcefrenillos.  

Sí, son ellos. Son esos fulanos (y fulanas, en la más indulgente acepción de la palabra), que los ciudadanos de bien tuvimos a mal elegir para que resolviesen nuestras cuitas y que, maldita sea, se han convertido en nuestro principal desasosiego; son los que lideran unos partidos trasmutados en agencias de colocación y en asociaciones de malhechores, coreados por una panda de fanáticos;  son los que nos convocan a las urnas para que, ante su incapacidad parlamentaria, dirimamos sus miserias. Son ellos, sí, los expertos en el arte de la suprema ciencia, la Política,  encargada de culminar las grandes aspiraciones humanas, metamorfoseados en profesionales de la mediocridad, el esperpento  y la engañifa. Ellos son: la escoria, el excremento, el detritus, la hez, el residuo de la sociedad. Son lo que sobra.   

Un ejército de ciervos dirigido por un león es mucho más temible que un ejército de leones dirigido por un ciervo, decía Plutarco. Pero lo nuestro es peor; a nosotros nos dirigen hienas; hienas que nos enfrentan unos contra otros, que nos azuzan, que nos confrontan, que se empeñan en mantener hidrofóbico el monstruo de las dos cabezas (ahora también de las diecisiete hidras) para así poder vivir de la carroña. Y  esto, más que matarnos, nos extermina. No hay ningún país que se haya beneficiado de una guerra prolongada, sentenciaba Sun Tzu en el “Arte de la Guerra”; chino, por cierto, como los que ahora  ya se han erigido en potencia mundial, ya deciden sobre políticas globales,  ya son capaces de hacer aterrizar una sonda en la cara oculta de la luna y liderar la carrera espacial. Aquí, entre tanto, a garrotazo limpio, como nos pintó Goya. Hay dos Españas, sí, pero no nos engañemos: por un lado están los ciudadanos de bien, por el otro esta banda de canallas.

En un alarde de ingenuidad full equipe habrá quien piense: aun así pobres chinos, no se enteran, han optado por la fórmula caduca de aceptar un caudillo vitalicio, Xi Jinping, sin conseguir desterrar la dictadura recalcitrante, represiva y torturadora. ¡Ay!, pienso yo, pobre España, desenterrando odios después de 40 años y condenada a contender entre sí hasta el exterminio. RIP.    

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