Opinión

Hagamos un trato

Me he vuelto un puto cobarde. Me asusta morir de pie y de rodillas. Me asusta vivir asustado y qué podáis hacerle daño a mi familia, y el no saber que aconsejarles, si deben huir o enfrentarse a vuestro desafío. Y le doy vueltas. Ceder: dos, si uno no quiere, no pelean. Luchar: prepara la guerra si anhelas la paz. Dejar que pase el tiempo y sentarme hasta ver pasar vuestro cadáver. Tal vez rezar…

He pensado en rezar, pero no confío en el dios que me ha tocado en (des)ventura. Es demasiado rencoroso. “No estés eternamente enojado”, me harté de suplicarle… Y lo dejé por imposible. Y empecé a creer más en el hombre. Y aprendí a reírme de mí mismo. Pero ya veis -hablo por la mayoría- ahora andamos un poco desnortados, entre nubes, sin encontrar un alternativo seguro en que asentarnos… Soy aviador.

¡Sí, soy colega de Mahoma!... Él hizo el primer vuelo nocturno en un caballo… ¡A Jota Ce también lo fecundó una paloma!… ¡Cuánta divina comedia!... Si dios existe seguro se estará descojonando de la risa… Pero no está el horno para bollos. Me angustian vuestros kaláshnikovs, vuestra dinamita, vuestros mártires que matan, vuestros degollamientos, vuestro rencor, fervor, fanatismo, llámale culillo… Os hablo con la nobleza salvaje de los toros. Y es que de paso soy español. Anduvimos a hostias ocho siglos. Soy don Juan, poeta, golfo, conspirador, fetichista, Cid, Quijote, caballero y deshacedor de entuertos… Hagamos un trato:

Consentiremos que vuestras mujeres usen burka, si permitís que las nuestras lleven minifalda (para mí que el pecado está en las escrituras). Me descalzaré en vuestras mezquitas, siempre que vosotros dejéis fuera los totalitarismos y el fanatismo excluyente cuando vengáis a nuestra tierra. No me importará veros con el culo en pompa hacia la Meca -sé lo difícil que resulta acertar un rumbo sin un GPS o una brújula- y miraré para otro lado cuando hagáis vuestras abluciones en los servicios públicos, restaurantes y gasolineras, siempre que no me consideréis un enemigo. Pasaré por alto vuestra galbana en el mes del ramadán y aún os regalo mi resaca de la semana santa, pero detened la yihad… os desprestigia; igual que a occidente hace siglos las cruzadas. Podéis llamarme infiel, solo faltaría, por no compartir vuestras creencias, pero no ajusticiarme por ello como un perro. Podéis degollar vuestros animales –ya veis lo que nosotros hacemos en la lidia- con el rito que os salga de la polla, y no comer cerdo, ni filloas. Es más, lo comprendo; el dios de mis mayores también andaba en estos pormenores, obsesionado con la comida, los ayunos y el atuendo… aunque los remitía a los “pajarillos del campo” cuando le reclamaban vestido y alimento; “no siembran ni tienen graneros”, les decía…; ¡ya, pero mírale las patas, no me jodas!… No me escandalizaré de que toquéis a 72 huríes por prepucio, ni dudaré de vuestro vigor sexual para atenderlas, siempre que convengáis en que el que tiene miedo tiene culo, a lo mejor rochelero, y que no se puede colgar a los maricones de las plumas… Puedo admitir el que tratéis a las señoras como a niñas caprichosas -las nuestras quieren ahora que no les digamos piropos, ¡qué paciencia!- pero no les rebanéis la campanita del amor solo por eso, ni las reconvengáis a latigazos… ¡Y una última cuestión importantísima!: dejad que me exprese libremente, que me mofe y que me ría de los dioses cuanto quiera. Si el premio lo han de dar al otro lado pospongamos hasta allí la penitencia… Pactemos. Ellos llevan siglos sin hablarse. Podían emitir comunicado conjunto: “¡Basta ya, cojones!”, pero son un par de “impresentables”… ¡Démosles una lección de convivencia!    

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