Opinión

Lávate las manos y hazme un bocata

Un cubano en Miami en un drugstore, esa especie de macro botica yanqui en la que además de medicinas puedes comprar periódicos, dulces, cosméticos y que tiene también cafetería...: “Óyeme, ¿hacen aquí análisis de orina?”. “Si señor”. “Pues lávate las manos y prepárame un sándwich”… 

Cada vez son más las gilipolleces que copiamos de los gringos. Ahora ya nos pasamos la vida en los shopping center, ya circulamos por las autopistas pisando huevos, ya todo dios te amenaza con denunciarte, o con enviarte a su abogado, o con dar parte –tocarás a menos, le dije el otro día a mi vecino- a la policía a poco que te dé por estornudar un pelín fuerte en tu casa, o cantar en la ducha o celebrar, como en mi caso, el cumpleaños… Pronto prohibirán aquí –en Barber, Carolina del Norte ya lo hacen- la pelea entre perros y gatos, el topless, el sexo oral –en Arkansas es delito y está considerado sodomía-; o te exigirán tener al menos dos vacas para poder llevar botas de cowboy, como hacen en Blythe, California… ¡Ay, si copiáramos lo práctico!

Nunca he visto, por ejemplo, en los urinarios de las cafeterías, restaurantes, etc. un aviso recordando a los empleados que después de mear (no antes, como Torrente) y de los hisopazos de rigor deben lavarse las manos: “Employees must wash hands before returning to work”; ni menos aún en los w.c. de discotecas o lupanares (con todos los respetos y albricias para el vicio, que yo soy de los que consideran que si el alcohol te estropea los negocios debes dejarlo…, el bisnes por supuesto) los “interactive urinal communicator”, esa especie de taza parlante que nada más sentir el chorrito te dice algo así como: “¡Oye! Sí, te estoy hablando a ti. ¿Bebiste demasiado? Si es así entonces hazte un favor a ti y a los demás y llama a un amigo sobrio o a un taxi”… ¡Nooo!, ¡quiá¡, más que nada porque los picoletos agazapados tal cazadores furtivos tras la curva más amplia y quizás más peligrosa (no antes ni a la vista solo jodería, ¡el caso es multarte no el que no te mates!) serían capaces de instalar en las inmediaciones de los garitos inhibidores de frecuencia para que nadie pudiera llamar a los pesetas…

Pero volvamos a la higiene y a las leyes. Y a las gilipolleces. El otro día entré en un típico café-bar de los nuestros: Tras la barra, palillo en belfos, un emprendedor (así lo llama el Gobierno) a medio dormir y peor afeitar, 16 horas diarias en el tajo, jamás una baja, al que su mujer ayuda (y chilla) por las tardes y su hija cuando no hay colegio, y que malcome, malvive y mal muere en aquel bareto a la espera de poder cobrar de una puta vez la jubilación para cuidar sus varices… y pedí un zumo de naranja y un bocata. “¿Natural?”, me preguntó. Sí. “¿Y el bocadillo de qué lo quiere?”. Yo, por joder, que ya me sé la cantinela: lomo, salchichón, jamón, queso y chorizo… inquirí, ¿de qué lo tiene? Y lo pedí de chorizo que ahora están de moda. Y mientras me lo preparaba aproveché para cambiar el agua al canario… Aquellos baños habían sido higiénicos cuando “Roca” les imprimió el baño cerámico. No había jabón. Ni papel para las manos. Y no me atreví a bajar la cisterna so pena de perder algunos dedos. Salí, y héteme aquí que veo a la chiquilla que viene por el pasillo dándole chupetones al zumo que luego dejó en mi mesa… Y claro, me fijé más, y vi al menda cortando el pan y el chorizo con los mismos garfios con que entre medias le cobró a otro parroquiano y después sacó el palillo de la boca: “¿Es para llevar?”… Sin saber qué decidir me puse a mirar a las paredes: “Prohibido el consumo y venta de alcohol a los menores de 18 años. Consejería de Sanidad”. Y me entró la risa floja…

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