Opinión

El mecanismo de un chupete

Sabéis aquel pastor que está con sus ovejas en mitad del monte y se le acerca un urbanita en un 4x4 y le propone: “Rústico, si te digo cuántas ovejas tienes aquí me regalas una”. Y el pastor: “Pues sí que parece difícil sí”. Y el otro que saca de calculadora, rayo láser, Excel y la rehostia, y que al cabo de dos horas de resoplidos concluye que allí pastan 137 ovejas. ¿Lo sabéis o no? Sí coño, que cuando el urbanita abre el maletero ya para meter el ovino, va el zagal y le pregunta: “¿Y si le adivino yo a Ud. su profesión me devuelve el animal?”. Y el sabidillo que asiente burlón con la cabeza. “Pues es Ud. de control de calidad”. “¡No me lo puedo creer!”, mariconea el sabidillo. Y el rabadán: “Cae de cajón: Ud. vino aquí sin que nadie lo llamara, me dijo algo que yo ya sé y en vez de llevarse la oveja me estaba marchando con el perro.”

Antes, en España, los prebostes, los que cortaban el bacalao, eran los ingenieros de caminos, puertos y canales. Diseñaban, hacían, construían, creaban modernidad. Después vinieron los militares, la guerra (in)civil y toda esa amargura. Esa etapa es para recordar: para que jamás se repita. Con la democracia, llegaron los economistas. Augures de la inversión y la riqueza financiera, procuraban que las empresas descubrieran nuevos canales de distribución, consiguieran realizar sus utopías. Pero, ¿y ahora? ¿Quién dirige ahora el cotarro? ¿Cuál es la profesión que está en la cresta de la ola? El otro día me lo resumía un empresario amigo mío: “Ahora no hay más que mirones. Uno trabaja y siete le ponen pegas”. 

Razón no le falta: Isos, Aesas, Euses, Applus, Aenor, Bureau veritas… Controles y más controles. Y descontroles. El caso es asfixiar a las empresas. A las pequeñas. A las que consiguen en milagro “sostenible” de que España crezca. Porque las Bankias, las Renfes, las Telefónicas, las Repsoles, las Eléctricas, son meros monopolios de especulación. Esas no cuentan. 

Sí, ya sé que hay que vigilar la calidad. Pero es que aquí se acecha. Esto está muy bien, por ejemplo, en Alemania. Crean, diseñan, fabrican, investigan: Bayer, Mercedes Benz, Audi, VW, Wella, Bosch, Puma, Adidas, BMW, Siemens, Opel, Porsche… ¡Pero aquí! Si no somos capaces siquiera de fabricar un ascensor como dios manda. Mira que hubo ladrillo, burbuja, ruina y desahucios. Ni con esas: un simple cajón enganchado a una roldana, sin más misterio que el mecanismo de un chupete, sigue llamándose Otis, Zeus, Thyssen o Schindler… Y, para acabar de rematarla, luego aún hay que sortear a los funcionarios, a los tirillas, a los granos en el culo de profesión y de oficio. Se gradúan –se lo pagamos todos- de geólogos, marinos, ingenieros aeronáuticos, abogados, arqueólogos, ¿para investigar quizás?, ¿para mejorar y optimizar la mini empresa española? No, para redactar normas, abigarrar protocolos, abrir expedientes y joder al personal. Aquí solo se legisla para las grandes empresas. Las que evaden. Las que especulan. Las que saben (cómo hacer ambas cosas). ¿Las que trabajan?: no necesites transportar por carretera mil litros de gasolina para una máquina; si lo quieres hacer legal tendrás que superar los mismos escollos que para montar una refinería. Así es. 

¿Administración, estás ahí? Pues chúpate ésta: déjate de tanto joder y administra, motiva, conciencia, ayuda, estimula. Menos cháchara. Más eficiencia. ¿Y la mejor subvención?: no incordiar. Not disturb, que dicen en Europa.

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