Opinión

¡Es normal!

Se llamaba Falangete. Creía en la resurrección de Franco. Y montó una iglesia… “Los falangines”, que proliferaron en las catacumbas de la clandestinidad como la ratas en los albañales. Fueron perseguidos, así que tuvieron que adorar al Caudillo en su fuero interno -Aznar también hablaba catalán en la intimidad-. El sol, la camisa bordada de rojo, y el ademán impasible ante la muerte, eran los pilares de su credo. Su estandarte yugo y flechas, ¡arriba España! su grito de armas. 

¡Cuán poco duró ese hombre!... sostenían. Pero volverá. “I shall return, como MacArthur”, decían que se lo dijera en secreto a sus más íntimos. Y aquella revelación se tornó en fe, y aquella fe se transformó en verbo y aquel verbo se extendió como la verdolaga. El verbo “porculear”. Lo declinaba todo mundo. “¡Y cuando vuelva, os daremos a todos bien por el ojete!”, proclamaban enfervorizados sus discípulos. Y Franco le caía en gracia a mucha gente. Y siendo como era generalísimo no le importó volver reencarnado de picoleto para hacer su manifestación más trascendente: “¡Se sienten coño!”; aquello hizo que contuvieran la respiración las diecisiete Españas. “¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo os he de soportar?”, clamaban por su boca los profetas. “¡Convertíos!, ¡volverá a reír la primavera, que por cielo, tierra y mar se espera!” Y poco a poco fue creciendo el mito. 

Muchos aún dudaban, hacían mofa: ¡es un mentecato!, ¡tiene voz de pito!, ¡le falta un huevo! Pero al fin, otro príncipe divino –y tocayo- vino a poner las cosas en su sitio. Fue en el año 2015. En un avión. Cerca del cielo: “No se puede insultar la fe de los demás. No puede uno burlarse de la fe. No se puede”. Y colorín colorado, c´est tout. Y no es que yo sea Charlie Hebdo, que también, es que no veas cómo me tienta el chotearme de ciertas creencias de vez en cuando; máxime si las financio. 

“Si aquí mi primo Gasbarri me menta la madre le calzo una hostia”, vino a decir Francisco hace unos días, para justificar que la libertad de expresión y los confines del campo debieran tener barreras. De entrada, vuelva Talión: hostia por verbo, y allá el Galileo y su mejilla: “Bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, orad por los que os ultrajan” (Mateo 5:38) Si, si…; si con la cara de otros ando yo a hostias todo el día. Se veía venir. ¿Argentino y moderado? ¡Bobería! A éste acaban restringiéndole la ex cátedra, si no al tiempo. Menos mal que ahora hay dos para pilotar San Pedro, así debería ser siempre, two pilots requiere un simple Airbus. “Hablando la mitad de lo que hablas aún hablarías el doble de lo necesario”, dicen que le dijo en cierta ocasión el emérito teutón al lengüilargo pampero. Y también: “La fe mueve montañas, así que no es pico si no palas lo que necesitamos en la iglesia”. Y dicen, dicen, que a poco la emprenden a crucifijo limpio. ¡Es normal, a qué discutir pudiendo arreglarlo a hostias!

Ay, ay, ay… que el que se pica es porque ajos mastica. Y no se inmuta la luna al ladrido de los perros. Y no hay viñeta bien hecha si es que no hace la puñeta. Y hay quien, un suponer, tiene fe en la lotería. Y hay quien cree en la magia del vudú, la “re-li-gión” más antigua del mundo, que esto hay que decirlo muy claro. Y quienes que trasfundir sangre o comer un bistec de vaca es un pecado. Y yo retiro lo dicho si Bergolio no insinuó que en boca cerrada no entran moscas, y que lo de la libertad de expresión, la crítica irreverente –¡cuál si no: ¿la destructiva?!-, el no creer en lo que no se ve –ni se le espera- y todo eso de la laicidad, la evolución, Darwin y la igualdad de las mujeres en la curia, son chorradas. ¡Voto a Dios incluso, si hace falta!

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