Opinión

The end

Estos son los personajes: Xan, un paisano de tantos, que trocando la miseria por lo incierto emigra américa. Una viuda de vivo -que diría Rosalía- que llora por donde más le duele su partida. Un pastor, experto en montes de  Venus, la quiere consolar a toda costa. Y un testigo presencial, que ante las  aviesas, y tiesas, intenciones del cura párroco, le escribe al cornúpeta en ciernes y le cuenta: “Querido Xan: el señor abade quiere trajinarse a tu mujer, tú verás lo que haces”. Por avión, a vuelta de correo, recibe el abad venéreo este mensaje: ‘¡Señor cura! ¡Señor cura! ¡Señor cura!’. Y por la misma vía, a vuelta de anduriña, igual de escueta, regresa la respuesta: ‘¡Ben te entendo!, ¡Ben te entendo!, ¡Ben te entendo!’   

Seguro que os suena esta historieta; humor afro-gallego en toda regla; podría estar ambientada en la post guerra: uniformes, sotanas y labriegos; si Woody Allen la llevara a la gran pantalla arrasaría en todas las taquillas.  

Ahora a ver qué os parece este libreto: Se celebran elecciones en España. Ningún candidato gana por mayoría suficiente (que es lo que vota Juan Pueblo).  Llegan allende los plasmas y los tuits propuestas para formar gobierno. Asesores, barones, plumillas, y demás fauna vocinglera las airean. Los propios interesados las refrendan. Rajoy: ‘No estamos en España para inventos, para poner al quinto de la lista, para traer a uno de fuera’. Sánchez: ‘Si Rajoy no se presenta a la investidura, mejor que se vaya a su casa’. Iglesias: ‘Es imprescindible que entre savia nueva en los aparatos del Estado’. Y, mientras tanto, Rivera está como búho  en rama, viendo para todos lados y esperando a ver qué caza. El caso es que cada vez que se manifiestan los oráculos, los demás piensan para sus adentros: ¡Ben te entendo! ¡Ben te entendo!, ¡Ben te entendo! Pero nadie entiende nada. Y mucho menos Juan Pueblo. 

¿Hacemos una película? Los ‘protas’, nacidos para el teatro, serían los políticos. El atrezo sería muy sencillo: coletas, camisas desabrochadas, rastras; desechadas  las corbatas. El decorado sería lo más engorroso: no hay barcos (ni honra), ni anduriñas. Solo hay ambición, descaro, hastío, sordidez, torpeza, cicatería y  sinvergüenzas. Esta historia estaría ambientada en el presente. La película sería de terror. Los extras  seríamos  todos. El director podría ser el rey. O Almodóvar. En cualquier caso, ganaría el Oscar. 

En cuanto al colofón, eso al que se pretende antes, se filma después, y nadie entiende ni antes ni después, sería el siguiente: El mejor gobierno es aquel en el que hay menos imbéciles; que lo conformen entre todos, según la aritmética de la cordura. La risa –qué pena-  es que no haya más que lerdos. He ahí el humor negro. 
The end. 
 

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