Opinión

EDITORIAL | El apeadero ourensano del AVE gallego

Durante dos décadas se ha puesto sobre la mesa el análisis de coste y beneficio para justificar los numerosos retrasos que sufrió la línea de alta velocidad que, por fin, trajo el AVE a Ourense en diciembre de 2021. Se decía que era una infraestructura sobredimensionada para la demanda que iba a existir, teniendo en cuenta la escasa población de las ciudades destinatarias. El lector asiduo de este periódico podrá recordar los muchos editoriales y las constantes informaciones denunciando la desidia con la que se abordó su construcción, aparcando muchas veces los recursos teóricamente asignados a ella para destinarlos a otras obras fuera de nuestro territorio, mandando a los obreros a sus casas durante años e incluso tapiando los túneles sin terminar y dejando que la maleza se extendiese por una plataforma a medio construir.

Hoy podemos disfrutar de un tren rápido que nos ha puesto más cerca de Madrid y del resto de España. La inauguración de este servicio ha supuesto un revulsivo de tal naturaleza que el número de viajeros que utilizan la estación de Ourense se ha disparado de manera exponencial. Más del doble que el mejor año antes de la pandemia: 1,8 millones de viajeros en 2022, lo que significa que cada día pasan por los andenes de la estación de A Ponte 4.500. Hablamos de más usuarios que los que suman los aeropuertos de Alvedro y Peinador juntos. A Ponte se ha convertido no solo en la estación de los ourensanos sino también de decenas de miles de personas procedentes de toda la provincia de Ourense, pero también de las de A Coruña, Lugo y Pontevedra que prefieren subirse al tren en nuestra ciudad para lograr un viaje más rápido. No son pocos los que vienen, por ejemplo, en autobús o en coche propio desde Vigo para ahorrarse el rodeo por Santiago.

A Ponte se ha convertido no solo en la estación de los ourensanos sino también de decenas de miles de personas procedentes de toda la provincia de Ourense, pero también de las de A Coruña, Lugo y Pontevedra

Este indiscutible éxito de Ourense, lejos de venir acompañado de una adecuada infraestructura para acoger a un flujo de usuarios cada vez más numeroso, se enfrenta sin embargo a un penoso escenario en el que los viajeros sufren las incomodidades de un indigno apeadero. El AVE llega a un andén lateral, sin amparo de marquesina que los proteja de las lluvias. Las colas se eternizan en el puesto de control de acceso. Los coches no encuentran plaza en el párking, copado en buena parte por las empresas de alquiler de turismos e insuficiente para absorber la demanda hasta el punto de que hay días que a las seis de la mañana ya está completo. La provisionalidad de las instalaciones actuales produce el caos ante una plaza en la que no hay manera de que puedan acceder de forma ordenada coches para recoger o dejar viajeros y taxis, ante decenas de personas que han de esperar a la intemperie, a merced de la lluvia o a 40 grados al sol del verano. Se hace evidente la necesidad de una solución provisional en tanto no se resuelva el problema con la estación que nunca llega.

Resulta incomprensible que, pese al enorme retraso sufrido en la llegada de la alta velocidad a Ourense, no haya habido tiempo para que construir la nueva estación. Ourense tiene AVE pero no tiene estación. Ni la tendrá en toda esta década. Y cuando llegue, será una versión muy menguada sobre el proyecto inicial que había firmado Norman Foster. Y lo peor de todo: resultará mucho más cara porque al sobrecoste que supone sumar actuaciones provisionales, que luego tendrán que ser desmanteladas -como los 18 millones de euros de la remodelación de vías y andenes que se llevó a cabo en 2018-, habrá que añadir la elevación de los precios derivada de más de diez años de espera y la pérdida de la financiación europea que sí tienen o tuvieron otras estaciones.

Cuando llegue, será una versión muy menguada sobre el proyecto inicial que había firmado Norman Foster. Y lo peor de todo: resultará mucho más cara

Hay otras cinco ciudades gallegas que todavía esperan la llegada del AVE. Vigo y Pontevedra ya tienen su intermodal. En A Coruña y Santiago se encuentran en obras. A Lugo acaban de comprometerle que estará lista en 2025. ¿Y Ourense? El convenio de 2016 fue papel mojado.

Solo sirvió para devaluar el proyecto inicial y dejar sin resolver la fractura urbana producida por las vías del tren entre A Ponte y O Vinteún, a cambio de una celeridad en su ejecución que luego no se produjo. Tras cada promesa de una fecha, llegó un incumplimiento. En 2018, 2019, 2020, 2021, 2022… y estamos en 2023, esperando todavía quién sabe si a que liciten las primeras obras en diciembre o a que nos mientan otra vez más.

Las cifras de viajeros antes mencionadas demuestran que Ourense respondió, como había hecho con anterioridad, estando a la altura de cuanto se invierte en la ciudad. A pesar de que tras la euforia de los primeros meses de un servicio rápido y cómodo tenemos que padecer las condiciones infames de una terminal de viajeros incapaz de absorber esa demanda, la escasez de billetes por falta de trenes y los precios más caros de toda la red de alta velocidad.

En 2018, 2019, 2020, 2021, 2022… y estamos en 2023, esperando todavía quién sabe si a que liciten las primeras obras en diciembre o a que nos mientan otra vez más.

Frente a los buenos resultados, la respuesta para con Ourense desde el Ministerio de Transportes no puede resultar más injustificable, como incomprensible es el silencio de los líderes políticos locales, frente a este odioso agravio. Ourense ya no quiere más mentiras. Quiere, porque la necesita mucho más que otras ciudades, su estación.

Te puede interesar