Opinión

¡UNA NAVIDAD MUY ESPECIAL!

De todos es sabido que el covid-19 es algo muy serio y está generado mucho temor, enfermedad y muertes; a consecuencia de esta dolorosa realidad los protocolos sanitarios y las llamadas a la prudencia para que no nos pasemos en las reuniones familiares de estas fiestas, parece que están ensombreciendo la Navidad. Por encima de todas estas observaciones creo que debiéramos de preocuparnos por hacer que las fiestas que se acercan sean mucho más hermosas y profundas que las que hemos celebrado en anteriores ocasiones. Aprovechemos la oportunidad que nos ofrece la presencia de esta pandemia para poder ir a las raíces de la auténtica Navidad.

La fiesta cristiana de la Navidad muy poco tiene que ver con los juegos de luces que adornan nuestra calles y que nos alegran con su luminosidad; tampoco tiene que ver con las promociones especiales de las grandes áreas comerciales, ni mucho menos con los reclamos publicitarios que nos invitan a realizar gastos excesivos, cuando no innecesarios, o bien nos enganchan al insaciable consumismo que nos impide ver la realidad de tantas necesidades que no se encuentran lejos de nuestros hogares, quizás ya las encontremos en la puerta de al lado, entre algunos de los miembros de nuestras familia, o incluso en nuestra misma comunidad de vecinos. Una Navidad sólo centrada en la ingesta de turrones o de cualquier otra clase de dulces, cuando son tantas las necesidades que se nos hacen patentes, no es una auténtica Navidad. 

No podemos enmascarar las próximas fiestas haciendo un planteamiento superficial del acontecimiento que conmemoramos. Es verdad que en un país que se “enorgullece de ser laico” y rehúye las auténticas tradiciones que dieron sentido real a su historia, nos encontramos con una serie de conciudadanos que ya no quieren hablar de Navidades, sino de “fiestas de invierno”. He podido comprobar como hace tan solo unos días, mientras atendía a mi madre, un presentador de un servicio informativo de televisión, al hablar de la fiesta de la Inmaculada, en varias ocasiones se refirió a esa celebración afirmando que era la “fiesta del 8 de diciembre”, ni por un momento se le “escapó” la fiesta de la Inmaculada que desde 1760, mucho antes de su definición como dogma de la Iglesia Católica, ya fue proclamada patrona de España. Hay algo que se percibe en el ambiente y que parece no encajar con lo que se está viviendo y con aquellos grandes acontecimientos que han dado y siguen dando sentido a muchas personas y a muchos de nuestros pueblos, no sólo en nuestra tierra sino en el esta aldea global que es el mundo, de manera especial la parte occidental del mismo. 

Este año 2020, inmersos en la dolorosa resaca de la visita del covid-19, que ha alterado nuestra forma de vivir, aunque no descubramos muchas luces en nuestro camino sabemos que desde la perspectiva de la fe no nos faltará la auténtica luz que brota de aquella misteriosa estrella de Belén, una luz que, como centinela en nuestras vidas, nos encaminará a la contemplación del misterio del Dios que se ha hecho carne. Sin duda ha sido el acontecimiento más extraordinario de la historia de la humanidad y, aunque nos encontremos con algunos que pretendan oscurecerlo o ignorarlo, fue, es y seguirá siendo el momento más importante de nuestra historia. A partir de este hecho se va desplegando la historia de la salvación de toda la humanidad. Todo un Dios que se hace hombre para que los seres humanos – todos – podamos llegar a vivir en plenitud la filiación divina y contemplar a Dios como un Padre que nos quiere, y si es así, los otros, sean quienes sean, son nuestros hermanos.

Para celebrar este acontecimiento os invito a que adornéis vuestros hogares, no dejéis de poner una representación del misterio de Belén, aunque sea muy sencillo; reservad en vuestros hogares un espacio para colocar el Nacimiento ¡no dejéis de hacerlo! Aunque sea pequeño o pobre. Aunque sea de cartulina o una simple tarjeta de Navidad. Que ese lugar se convierta en un punto de referencia en donde os encontréis para orar en familia. Pedid mucho para que desaparezca esta pandemia que afecta gravemente al mundo entero. Además de todo esto os invito a que os preocupéis de los más necesitados, seguro que seremos inmensamente más felices si salimos al encuentro de la personas, como nos invita el papa Francisco, empezando por las más necesitadas de nuestro entorno. Pensemos en nuestros mayores, sobre todo en aquellos que van a pasar estas fiestas más solos y lejanos de sus familiares porque este año no podrán recibir la visita de sus hijos, hermanos y nietos. Tened presentes a los más vulnerables y necesitados. Poneos en contacto con Cáritas y colaborad con la gestión extraordinaria que siempre lleva a cabo durante estas fiestas navideñas. En la medida en que las autoridades sanitarias lo permitan no dejéis de participar en la Misa dominical y festiva de Navidad. Son fiestas tan hermosas y familiares que nos invitan a participar en ellas sintiéndonos miembros de esta gran familia que es la Iglesia. A los mayores os invito a que seáis trasmisores de este gran acontecimiento de fe y de vida a los niños. Ayudadles a descubrir que para ser felices no es necesario recibir muchos regalos; los niños tienen una capacidad especial para abrirse a las necesidades de los demás y sentir una auténtica empatía por todos aquellos que desearían celebrar la Navidad y no pueden.

Os deseo a todos una Santa y Feliz Navidad. Rezad por mí y por esta gran familia que es la Iglesia Diocesana. 

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