Opinión

Esperanza González Vázquez

La campanilla de invierno (Esperanza) es una planta que anuncia la llegada de la primavera, pertenece a la familia de las amarilidáceas, y se encuentra en plena montaña hasta los 1.600 metros de altitud. La vaina foliar que protege el capullo floral le permite atravesar la nieve que la recubre y revelar su delicadeza en forma de campanilla que primero se eleva hacia el cielo, y luego cuando abre se dobla hacia la tierra con un gesto de humildad y movimiento tierno y melancólico para insuflarle un nuevo hálito vital.

Esperanza González Vázquez es como la campanilla: delicada, melancólica y muy sencilla. Directora de una prestigiosa tienda de decoración, se puede decir que con sus prudentes consejos y diseños ha contribuido a que muchos ciudadanos hayan conseguido ese impagable concepto de sentirse a gusto en el hábitat de su hogar o trabajo

Dinámica, emprendedora, creativa, modernista, discreta y muy correcta, Esperanza ha sabido ganar la confianza de aquellos que han confiado en ella y en los grandes profesionales que en diversas etapas la han secundado. 

Ex presidenta del Rotary Club de Ourense, es sobre todo persona solidaria, dadivosa, tierna, emocional y que desde las alturas de su cielo (La Casa Amarela) y al igual que la campanilla de invierno, se dobla compasivamente hacia su gran secreto: los que solo ella conoce, los que la necesitan, para insuflarles su permanente hálito vital sin que nadie se entere, rechazando de plano el protagonismo y la caridad-publicitada.

La conocí hace un montón de años, me la presentó (la otra mitad de su vida) mi amigo Esteban Plaza. Eran tiempos en los que empezábamos a construir nuestras familias. Su primer trabajo, sus compañeros de Radio Orense, el nacimiento de Esteban y Marta, son grandes recuerdos que nunca se borrarán de mi precaria memoria..

Esperanza era muy alegre, sus elaboradas bromas (en connivencia con su inseparable hermana Chelo) se hacían notar cada 28 de diciembre, y en carnavales nadie sabía nunca si vendría de lechera, huevo frito o de monja de clausura. 

Es mujer elegante, sin excesos, Rodiér-Casual, le gustan preferentemente los colores marrones y beige dorados, no recuerdo haberla visto nunca con pantalón ni con colores estridentes. Su melenita con mechas doradas es tan habitual como su manojo de llaves, su teléfono y sus pequeñas gafas con cuerda que deja reposar graciosamente en medio de su nariz mientras habla.

Su inteligente e irónica conversación me recuerda a Jennifer Aniston en “Marley & Me” (Una pareja de tres) en la que los dos protagonistas que trabajan en periódicos distintos se van a vivir a su nueva casa en la soleada West Palm Beach en compañía de un enorme perro labrador y donde después de distintas experiencias sienten que han conseguido que las estrellas estén mucho mas cercanas. 
Esperanza González Vázquez es, como no podría ser de otra manera “La Mamma”, muy casera, lectora empedernida. Le gusta el silencio, escuchar música, su familia, disfrutar de sus nietos y le privan los postres, sobre todo el arroz con leche.

Siempre que paso por la autovía miro hacia La Casa Amarela y siento que sus moradores están más cerca de las estrellas. Y que una campanilla de invierno (Esperanza) se inclina ladera abajo para recordarme su entrañable amistad.

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