Opinión

Roberto Verino

El pez de San Pedro tiene una forma y colorido inconfundibles, por lo que su identificación no resulta demasiado costosa. Se denomina pez de San Pedro porque se asignan a las dos manchas redondas de sus costados las marcas de los dedos del apóstol que por orden de Dios cogió al pez para sacarle la pieza de oro para pagar el tributo. Se le puede encontrar en praderas submarinas y fondos areno-limosos, sobre todo donde la vegetación esté muy presente. 

Roberto Verino también es inconfundible, de arrolladora personalidad. Su atracción por el mar y la leal afectividad hacia su valle natal son las honrosísimas marcas que a semejanza del pez de San Pedro le identifican como el verinense merecedor del aprecio, admiración y respeto de todos los ourensanos.

Roberto Verino (Manolo Mariño) nació un mes de mayo en Verín (Tauro al 100%). Se hizo diseñador por que su faceta creativa y carácter emprendedor le marcaron el camino de París, donde estudió y conoció a un empresario con el que inició una labor de colaboración representando su firma en España, para más adelante crear su ya legendaria marca. En 1982 presentó en París su primera colección de prêt-á-porter femenino, todo un éxito que le animó a abrir un año más tarde en el corazón de Saint Germain su primera tienda. No tardaron en llegar los grandes desfiles y, casi sin darse cuenta, Roberto Verino se vio participando en los más prestigiosos salones del mundo. Actualmente su ropa se vende en casi todos los países y paralelamente ha creado un conjunto empresarial de carácter internacional, tiendas de ropa en París, Madrid, Lisboa y capitales importantes, así como también un perfume (Eau de Verino), produciendo vinos (Terra do Gargalo) con denominación de origen de Monterrei. Gallego del mes y estrella de Intercoiffure España entre otros, son numerosos los merecidos galardones que ha obtenido a lo largo de su brillante ejecutoria. 

Verino es un hombre muy responsable, generoso con sus amigos y familiares y extremadamente vital (trabaja cada día de la semana de sol a sol), empático y locuaz, conquista a la gente con su "pico". También es irónico y "picón", le gusta "chinchar" pero de forma noble y sin ninguna malicia. Aunque en la actualidad está momentáneamente apartado del deporte, le gustan el tenis, golf, esquiar, y sobre todo los deportes de mar, donde el windsurf que fue hace años su pasión. Alguna vez en Sanxenxo le negó el viento de regreso a tierra.

Roberto Verino valora en los demás la sencillez y el trabajo, no disimula su desprecio hacia la mentira, va de duro, pero es un tierno al que le encanta pasear por Gargalo y Monterrei, sobre todo con sus nietos y sobrinos, a los que cuando son pequeños les hace imitaciones de voces imitando a Mortadelo, Filemón y Asterix.

Verino me trae a la memoria a Fred Astaire, el fotógrafo protagonista de “Funny Face” (“Una cara con ángel”), cuando con una fuerte vocación y una joven y tímida modelo Audrey Hepburn consigue trasformar y revolucionar las pasarelas más exigentes de París. 
Le gusta la comida casera, el cocido, el arroz con verduras y lo único que no soporta es el ajo. Su música preferida es Vivaldi, el allegro de primavera de “Las cuatro estaciones” es uno de los elementos que contribuyen a su exquisita creatividad.

Hace años nos veíamos más a menudo y llevamos sus colecciones con orgullo a todas partes. Le estaré siempre muy agradecido, por que Roberto Verino (Manolo) es como el pez de San Pedro, de los que barren para su valle, para Verín.

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