Opinión

Confusión

De la misma manera que es difícil entender la dualidad de Jesucristo -hombre y Dios- resulta difícil de entender la personalidad doble de cualquier presidente del Gobierno que es, a la vez, presidente del Gobierno y jefe de su partido. Como presidente del Gobierno lo es de todos los españoles, pero como jefe de partido -partido viene de parte- lo es sólo de una parte de los españoles: los que están afiliados a ese partido.

La dualidad está presente en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, somos conductores de un automóvil y, tras aparcarlo, y comenzar a andar, dejamos automáticamente de ser conductores y asumimos nuestro rol de peatones, sin que nos planteemos ningún problema, ni filosófico, ni psicológico.

La cuestión, sin embargo, es mucho menos sencilla en un presidente de Gobierno que, al tomar una medida, puede que sopese -aunque sea en el subconsciente- si esa medida perjudicará o beneficiará a su partido. La irrupción de las sedes de Juventudes Socialistas, como auxiliares y orientadoras de las ayudas al alquiler de los jóvenes -que es una competencia estatal y administrativa- nos ha sorprendido a muchos, casi tanto como que, en las ayudas de los fondos europeos de inclusión social, haya Comunidades Autónomas con escasa renta per cápita, como Murcia o Andalucía, que no han recibido ninguna ayuda, mientras País Vasco y Navarra -las rentas más altas de España- hayan obtenido más de doce millones de euros.

También cabría suponer que el PP gobierna mejor los territorios y no tiene necesidad de ayuda económica, mientras que el PSOE, o sus aliados, como el PNV, son unos torpes que no aciertan con solventar la inclusión social a pesar de ser más ricos. La conclusión es demoledora: o bien nuestro presidente de Gobierno prevarica y discrimina a las sociedades que no votan al PSOE, o los socialistas son ineficaces y zopencos allí donde gobiernan.

Elijan la que esté más de acuerdo con su razonamiento, o déjese llevar por los misterios de la dualidad, y piense como ciudadano de a pie, como militante de partido, o como votante cabreado. Pero sea comprensivo. El presidente del Gobierno no sabe cuándo aparca el coche del PSOE y cuándo le lleva el chófer de Moncloa.

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