Opinión

Orgasmo musical

Está comprobado y ratificado por testigos: una mujer tuvo un orgasmo, en el Walt Disney Concert Hall, de Los Ángeles. El hecho ocurrió cuando la Orquesta Sinfónica de la ciudad interpretaba el segundo movimiento de la quinta de Tchaikovski. Los gemidos fueron escuchados por asistentes que ratifican lo ocurrido, y quienes estaban cerca aseguran que fue intenso y de cuerpo entero.

Confieso que a mí me gusta Tchaikovski en particular, y la música romántica en general, pero el placer que me produce nunca ha llegado a lo fisiológico.

Por prudencia, antes de ponerme a escribir, he consultado con un médico amigo y con un psiquiatra conocido, y me han comunicado que no es frecuente, ni mucho menos, pero que determinadas e hipersensibles personas -siempre del género femenino- pueden llegar a sentir un placer tan intenso que las emociones lleguen a somatizarse en una aproximación al orgasmo.

Estoy obsesionado con la decadencia de esta sociedad, de su indiferencia y de su incultura y, mira por donde, igual pasamos de acudir al pertrecho de pornografía pura y dura para la noche del viernes, a seleccionar grabaciones de Schubert, Chopin, Verdi, Tchaikovski y demás románticos. Y, en vez de elegir, “Maduras locas y calientes” o “La tranca y el anca”, títulos reales de películas con escenas cercanas a las operaciones de corazón abierto, optemos por “El sueño de una noche de verano” de Mendelssohn, o el “Nabucco”, de Verdi.

Lo que queda claro, según mis consultores, es que no se tienen noticias de ningún ser humano del género masculino que haya experimentado un orgasmo, escuchando un poema sinfónico de Liszt. O somos más insensibles, o más brutos, o si vamos a setas no sabemos ir a rolex. Asimismo, es evidente que la lucha por la inclusión total es una lucha baldía, y que, amén de las evidentes diferencias fisiológicas, hay una separación emotiva y sensorial entre hombres y mujeres, que ninguna tonta contemporánea podrá evitar, de la misma manera que lo más parecido a un hombre estúpido será siempre una mujer estúpida.

De todas formas, caballero, si observa que su pareja, la noche del sábado, elige a Tchaikovski para solazarse no precipite juicios y dé por sentado que hay deseos eróticos en la elección. Lo de que le duele la cabeza se puede decir con fondo de Strauss o de reguetón.

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