Opinión

La arruga para el que la trabaja

A estas alturas de mi vida, entre las pocas seguridades que me quedan, hay al menos una que no la mueve ‘nin diola’, como suelen decir nada blasfemamente mis amigos de Leiro, por donde el licor café entre otras hierbas: ‘Muito fogar de Breogán, pero co carallo che dán’.


La historia es que aquello de que cuando se hunden los barcos las mujeres y los niños primero, quedó en simple literatura para inglesas jubiladas que iban camino de Egipto en un paquebote para saber qué era montar en camello, trepar montañas de piedras y recordar los tiempos del Imperio y la Reina Virgen. Lo han contado como nadie las propias inglesas jubiladas. Lo que no han contado, porque nada podían anticipar del, aunque algo pasajero, que todo hay que decirlo, glorioso fenómeno mundial de la ‘moda galega’ es que los próceres de la jugada podrían terminar siendo acusados de ‘hacer chantaje’ por los defensores más ultras de la moda, la gastronomía, la toponimia, la literatura, el cine, la educación y hasta la ultratumba gallega.


Hombre, bien mirado, ahí es nada que estés pro poniendo que se subvencione con cargo a los Presupuestos Generales de la comunidad autónoma (ya sé, Orzamentos Xerais de Galiza) la rotulación de las lápidas funerarias en gallego al tiempo que otros subvencionados por hacer dobladillos, ojales, hombreras, cinturillas, arrugas, espeteras, calzas, ligueros, delantales, pamelas y paraguas arrugados en gallego van y se piran a toda leche y te dejan al personal tan cabreado como colgado de la brocha, que diga de la máquina de coser. Refrey, por supuesto.


Ahora van y, dice la CIG, el sindicato que es cuando menos sobrino del bipartito (como los otros dos, sindicatos, por cierto) que la pretensión del empresario textil Adolfo Domínguez de congelar los sueldos a los 500 trabajadores de sus fábricas del ourensano polígono de San Cibrao viene a ser ‘unha chantaxe pura e dura’.


¡Ay, Señor, dime quién es, mujer que vuelve loco al amor, mujer de la cabeza a los pies! Pues, no. No es mujer; es ‘a moda galega’, tan digna como felizmente representada por don Adolfo (Domínguez) y don Roberto (Verino), los que dejan ‘La Gran Eva sión’ en una película de dibujos animados comparado con lo del coge la pasta y corre.


Porque, vamos a ver, cuando lo de a ‘moda galega’ iba como una moto y caían subvenciones, propaganda, facilidades de todo tipo, terrenos, maquinaria, edificios, etecé y etecé... ¿cobraban los gallegos en gallego del mismo fecundo pasto? O sea, ¿en función de aquello tan viejo y popular como lo ‘a vaquiña polo que vale’? Pues va a ser que no, que los gallegos que cobraban en gallego de ese fecundo pasto cultivado por y desde el poder eran los próceres que ahora practican ‘unha chantaxe pura e dura’, como dicen los cabreados hermanos de la CIG.


Esos mismos cabreados hermanos que han descubierto en las cuentas de la arruga es bella unos beneficios contables cercanos a los 50 millones de euros en los dos últimos ejercicios que figuran en el Registro Mercantil.


Si se tiene en cuenta que los salarios medios de los trabajadores encargados de arrugar con arte están en 738 euros, pelillos a la mar.



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